La clave está en moderar la frecuencia de consumo y saber utilizarlas como herramientas para estimular al niño y lograr que aprenda. Todos los niños consumen golosinas: lo que hay que hacer es utilizarlas para alcanzar fines didácticos.
Las golosinas representan un elevado aporte energético, poca proteína de escasa calidad, muy pocos minerales y ausencia de vitaminas, por lo que no debería forma parte de la dieta habitual.
Pero, por otra parte, utilizadas de forma adecuada, pueden ser de gran utilidad desde un punto de vista educacional si las empleamos para fomentar conductas que queremos potenciar o como recompensa o premio en ciertas ocasiones, sin excedernos en este uso, ya que conseguiríamos que solo hagan las cosas cuando hay premio.
Aparte del aspecto nutricional, y dado el fácil acceso que tienen los niños a las golosinas, es necesario vigilar las normas de higiene que las rodean. Ya que son un producto que va directamente a la boca del niño, es más recomendable el consuma de aquellas que estén empaquetadas que su consumo a granel.
También es aconsejable no excederse en el consumo de golosinas y caramelos de los denominados “sin azúcar”, ya que las sustancias sustitutivas de los mismos (generalmente edulcorantes artificiales como el sorbitol o xilitol) pueden provocar dolores abdominales y diarreas cuando son ingeridos en grandes cantidades, debido a su efecto laxante.
Si el niño es menor de tres años debemos recordar que no debe tomar frutos secos, snacks o pequeñas golosinas que pueden obstruir las vías respiratorias.
Imagen: intereconomia