Tres de cada cuatro niños padece al menos una infección de oído en sus primeros tres años de vida, siendo más común entre los que van a la guardería, comparten espacios con personas fumadoras o padecen de algún tipo de alergia.
El origen de estas infecciones suele estar en bacterias o virus que llegan al oído medio, desde la nariz o la garganta, a través de la trompa de Eustaquio. Cuando llegan a la zona deseada, los gérmenes se multiplican y, como consecuencia, generan pus que provoca una presión detrás de la membrana timpánica.
A los padres no les resulta complicado darse cuenta de que sus hijos padecen una infección de oídos porque les genera dolor y se quejan. Las molestias no les suelen dejar dormir bien por la noche, y se despiertan llorando. En ocasiones, debido al aumento de presión en la zona, el tímpano puede romperse, algo que se puede detectar porque sale el pus a través del conducto auditivo externo y el niño puede sentir un ruido o zumbido en el oído. Esta perforación suele cerrarse en tres o cuatro días.
Otitis media
Esta afección surge como consecuencia de la inflamación de la cavidad media del oído. Sus síntomas son dolor, leve pérdida de audición y fiebre. Cuando la padece un niño su origen suele ser infeccioso, y estas manifestaciones vienen acompañadas de irritabilidad, somnolencia, falta de apetito y diarrea.
Es más común en menores de dos años, especialmente entre los que tienen entre seis y doce meses y que están en contacto con otros niños, por ejemplo en la guardería. Las épocas en las que hay más casos de otitis media es en otoño e invierno.
En el conducto externo
En el caso en que la inflamación o infección se produzca en el conducto auditivo externo, se diagnostica una otitis externa. Esta patología aparece debido al debilitamiento de la capa de grasa o cerumen que protege la piel del conducto, hecho que incremento el riesgo de infección. Las causas por las que puede aparecer son el aumento de la temperatura y la humedad ambiental, la maceración de la piel al meter la cabeza debajo del agua constantemente (al nadar, por ejemplo) o por traumatismos locales.
Los tapones, claves para la prevención
Una de las medidas más eficaces para prevenir la otitis externa es el uso de tapones porque impide la entrada de agua en el conducto auditivo externo cuando nos metemos en el agua. También se debe limpiar y secar el conducto con cuidado con el objetivo de que no quede agua y humedad en su interior. Por el contrario, no es recomendable la limpieza demasiado enérgica y menos aún usar bastoncillos para secar la zona interna porque se puede llegar a retirar el manto graso protector y dañar el tímpano.
Foto | dasmart