El ser humano es, por naturaleza, muy desvalido al nacer y, durante bastante tiempo, depende de los cuidadores para satisfacer las distintas necesidades de alimento, aseo, abrigo, cambios de posición, caricias, compañía…
Por término medio, la duración del llanto en la segunda semana de vida es de 105 minutos, aumentando a unos 165 minutos a las seis semanas de vida. Luego disminuye a aproximadamente una hora, a las 12 semanas. El llanto se suele concentrar por la tarde y en las primeras horas de la noche.
¿Por qué llora?
El llanto del bebé es un proceso fisiológico y natural y le sirve para pedir lo que desea: comer, que le cojan en brazos, que le tapen… cesando o disminuyendo cuando estas necesidades son atendidas.
Es muy importante, al menos durante los primeros meses de vida, responder inmediatamente al llanto del niño, adelantándonos a la causa que expresa; si le cogemos en brazos disminuirán las horas del llanto y evitaremos que éste se perpetúe. Hay padres que pueden pensar que esto es malcriar a su hijo, pero nada más lejos de la realidad; no vamos a malcriar a un bebé de pocos meses por cogerlo en brazos, mecerlo, acariciarlo, etcétera, las veces que sea necesario.
De forma menos frecuente, el llanto aparece como un modo de expresión de alguna enfermedad, como puede ser una infección, erosión corneal, alergia alimentaria… En estos casos hablamos de llanto patológico y, generalmente, junto a él aparecen otros signos de enfermedad como la fiebre, el rechazo de las tomas, la alteración de las deposiciones, los vómitos, etcétera; que obligan a una evaluación detallada por el pediatra.
Finalmente, existe un grupo de bebés que presenta, durante los primeros meses de vida, un llanto excesivo sin causa aparente. Se trata de bebés saludables, con buena apetencia por las tomas y con un crecimiento adecuado, pero que lloran en exceso a lo largo del día, siendo difíciles de consolar. Este problema se conoce como el cólico del lactante.
Foto | Tatiana Vdb