Si hay algo de cierto en aquello de que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, no hay territorio vital en el que se ponga más de manifiesto que en el de la crianza. Y es que no hay día en el que consigamos ponernos al cien por cien de acuerdo con el “contrario”. A veces las discrepancias surgen sobre pequeños dilemas sin importancia. En otras ocasiones, los niveles de desacuerdo alcanzan cotas tan elevadas que el hundimiento del Titanic se queda corto para describir lo que sentimos respecto a nuestras afinidades parentales.
¡Debimos hablar de hijos antes de ser padres!
Contrariamente a lo que pensamos, el hecho de no ponerse de acuerdo no se debe ni a que papá sea un cabezota (aunque lo sea) ni a que mamá sea una blanda (aunque también lo sea). En realidad, cuando nos conocimos “ya éramos así” y nos acoplamos a la perfección. Entonces, ¿por qué ahora no soportamos que papá inicie una batalla de “a ver quién va a tener razón” o que mamá “les deje hacer de todo”? La clave está en aquello que no se habló antes de ser padres respecto a ese futuro con hijos. Temas como el sueño, el comportamiento de los niños fuera de casa, la oportunidad o no de los castigos… los vamos descubriendo a medida que los pequeños crecen y no siempre tenemos los mismos criterios.
Además, hay tres factores que influyen en que cada uno tengamos nuestra particular visión de las cosas:
- Así me educaron, así educo. Repetimos inconscientemente los esquemas y estilos educativos de nuestros padres.
- No siempre nos marcamos expectativas reales. Es difícil tener expectativas objetivas. Solemos meter la pata intentando ser aquello que no somos (tener paciencia infinita, ser siempre benevolentes o hacernos respetar en todo momento) o esperando que nuestros hijos lo sean (más ordenado, cariñoso, maduro…).
- Él tiene su genio… y tú el tuyo. Nuestro temperamento influye poderosamente en la manera en la que gestionamos los conflictos y las decisiones.
La unión hace la fuerza
Es especialmente importante que nuestros hijos perciban que estamos unidos incluso cuando tengamos puntos de vista radicalmente opuestos. En primer lugar porque de esa unión es de donde va a nacer la posibilidad de ponernos de acuerdo cuando sea necesario. En segundo lugar, porque unos padres desunidos y sin criterios claros generan mucha inseguridad en el niño que, en un intento por controlar la situación por sí mismo, intentará manipular los acontecimientos utilizando las flaquezas de uno u otro progenitor. Por tanto, los padres debemos transmitir en todo momento a los hijos unión.
También es importante:
- Nada de hablar “por lo bajini”. Aunque no estemos de acuerdo con la forma que tiene nuestra pareja de hacer las cosas es muy importante hablar siempre de él o ella con respeto. Cuidado con los comentarios “por lo bajini”, ya que resultan especialmente atrayentes para la antena parabólica que todo pequeño lleva incorporada y, lejos de ayudar, crean un conflicto de lealtades en el niño difícil de resolver.
- Ante todo, discreción. ¿Y si uno continuamente autoriza lo que el otro prohíbe? Lo peor de no ponerse de acuerdo es que se evidencie delante de los hijos. Discutir delante de ellos o darle la vuelta a una instrucción del otro solo confunde y empeora la situación. En estos casos, hay que retirarse y hablar de lo que sea necesario, pero nunca en presencia de los hijos (salvo que vayamos a pedirles su opinión sobre algún tema).
- Aquí no se trata de “el bueno” y “el malo de la película”. Si detectamos que uno de los dos actúa siempre como el “poli bueno” y el otro como el “poli malo”, urge sentarse y consensuar las normas de convivencia. Es importante que los niños tengan una relación equilibrada con ambos progenitores y eso significa recibir dosis moderadas de frustración y permisividad por parte de ambos.
- ¿Familia política? Ahora no, gracias. Estar unidos significa estarlo no solo frente a los hijos, sino frente al mundo; es decir, que en cuestiones de educación, las presiones de la familia política solo van a agravar la situación. Con mano izquierda, tendremos que declinar algunas bienintencionadas sugerencias de los cuñados o de los abuelos y mirarnos los papás el uno al otro para empezar a pensar por nosotros mismos.
El que está más tiempo en casa manda más
Por lo general, el progenitor que más tiempo pasa con los pequeños es quien impone sus normas. El problema sobreviene cuando el que pasa menos tiempo en casa quiere tomar también decisiones. Cuando eso sucede, ¡el lío está servido!
Si estáis hartos de discutir, cambiad de dinámica ya mismo y probad a negociar y pensar juntos. ¿Cómo? Utilizando las siguientes herramientas:
- Hacer un listado de ventajas y desventajas. Cuando no es fácil nivelar la balanza a favor o en contra de una decisión, resulta muy útil que tanto mamá como papá elaboren una lista de ventajas y desventajas de hacer las cosas “a su manera”. Es posible que no se vean las desventajas a simple vista pero, precisamente, la visión del otro nos ayudará a darnos cuenta de que todo tiene sus pros y sus contras.
- ¡Qué decidan los expertos! Ni para ti ni para mí o, lo que es lo mismo, ninguno de los dos gana cuando no nos ponemos de acuerdo. ¡Qué decidan los expertos! Una cosa es lo que cada uno de nosotros tiene a bien entender sobre educación y otra es lo que la experiencia acumulada de los especialistas en crianza sugiere. En materia de sueño, alimentación, estimulación, desarrollo (control de esfínteres, autonomía, etcétera) hay suficiente información disponible como para tener la tranquilidad de hacer lo correcto. No se trata de tener razón, se trata de tomar las mejores decisiones para nuestros hijos.
- Crear vuestras leyes. A veces los papás estamos de acuerdo en lo fundamental, pero chocamos en esas pequeñas decisiones que hay que tomar sobre la marcha. La manera más eficaz de atajar estas situaciones es establecer unas leyes para resolver imprevistos cuando está solo uno de los progenitores o no hay tiempo para debates. Por ejemplo, la Ley de la simplicidad indica que ante una disyuntiva, escogeremos la opción más fácil de realizar; la Ley de lo que hagan todos puede ser útil en los casos en los que hay muchos niños y surgen situaciones que se salen de lo cotidiano; etcétera.
Que los miembros de una pareja tengan desacuerdos en la crianza de sus hijos es normalísimo. ¡Conservemos la calma! Este escollo se puede salvar fácilmente con un poco de esfuerzo por ambas partes.
Fotos | Sal; Eric Peacock; Hen3k Hen3k