Diego se pasa la mitad del día con el dedo gordo metido en la boca; Ana no puede pegar ojo si no es chupándose el pulgar (a veces acompañado de otros dedos más) y Jaime, cada vez que se disgusta, se echa el puño a la boca y ya no hay quien se lo saque durante horas. ¿Por qué los deditos resultan tan sabrosos?
La respuesta es sencilla: a esta edad nuestros chiquitines son, oficialmente, lactantes, por lo que sus necesidades orales son algo más que naturales, son una necesidad. Aun con todo, es cierto que, llegado el momento, tanto el destete como el “deschupete” (en el caso de que lo usen) resultan más sencillos que abandonar el dedito, pues llevarlo puesto complica despedirse de él. Por eso no está de más conocer mejor en qué consiste la succión no nutritiva, cuándo puede acarrear problemas y cómo prevenirlo.
La succión no nutritiva es una conducta que se encuentra presente ya en los fetos en el vientre materno. Es distinta de la succión con fines alimenticios pero, en cierto sentido, comparte con ella la función de calmar al niño. Por este motivo la succión del pulgar se considera todavía normal a estas edades y muchos niños lo hacen aunque continúan mamando.
En cualquier caso, es cierto que se trata de una acción que nos está comunicando algo: chuparse el dedo nos habla de las necesidades, deseos y miedos del pequeño. Esto no quiere decir que los niños que mantienen esta costumbre sean especialmente problemáticos, pero sí significa que todavía llevan un bebé dentro al que recurrir cuando no pueden resolver sus conflictos de otro modo, cosa que por otro lado es totalmente normal.
A lo largo del día pueden darse muchas situaciones inquietantes: aburrimiento, sueño, hambre, enfado, impaciencia, soledad, frustración, etc. En esos momentos, llevarse el dedo a la boca suele ser para él una manera de autocontrolarse, calmarse y tener a una mamá buena y protectora simbólicamente con él, pues el dedo regordete en la boca recrea la sensación de bienestar y seguridad del pecho materno.
No todos los niños tienen este hábito, pero todos pueden en un momento dado recurrir al pulgar como consuelo; por ejemplo, al comenzar la escuela infantil, si presencian peleas entre los padres, cuando están malitos…
Qué hago si se chupa el dedo cuando…
Se cae de sueño. El chupeteo durante la siesta o la noche tiene cierto carácter involuntario. Lo más sensato es quitarle nosotros el dedo de su boca cuando el peque haya caído frito. También podemos permanecer a su lado mientras se queda dormido para darle seguridad y, por ejemplo, besarle las palmas de las manos, pidiéndole que las mantenga bien cerraditas para que nuestros besos no se escapen.
Tiene un berrinche, está triste o mimoso. Podemos ofrecerle nuestra mano, nuestras caricias, hacer palmitas, cosquillas… Una mamá o un papá cercanos y disponibles siempre van a ser el mejor de los consuelos. Cuando los niveles de angustia bajan, la necesidad de tener el dedito en la boca también desciende.
Siente vergüenza o miedo. Chuparse el dedo le calma y le da seguridad, aunque puede interferir en sus relaciones interponiéndose entre las situaciones temidas y su afrontamiento. Lo mejor en estos casos es permanecer a su lado, cogerle en brazos y servirle de “vehículo” para enfrentarse a las situaciones temidas. En la medida en que poco a poco vaya sintiéndose seguro, no necesitará “esconderse” detrás de la manita.
Está con hambre. Si mientras el peque espera su merienda se echa la mano a la boca, dale algo para manipular y distraerle. Cuando vea las ventajas de tener las dos manos libres para jugar, abrazar e incluso romper y alborotar, no se acordará para nada del dedito.
Se encuentra malito. Si nuestro chiquitín recurre al dedo solo cuando está enfermo o se encuentra muy cansado podemos pasarlo por alto. ¡Todos nos sentimos débiles alguna vez!
Fotos | Tim Samoff; greychr; photosavvy
[…] succión del pulgar es una actitud completamente normal en los lactantes y en los niños pequeños, ya que ese gesto, […]