La insatisfacción infantil genera frustración en muchos padres. Los niños los prueban, necesitan saber cuál es su poder y el lugar que ocupan dentro de la familia. Y de esas tentativas aprenden rápidamente que utilizando un comportamiento determinado pueden salirse con la suya: insistiendo, poniéndose pesados, llorando, gritando…
Hoy no, mañana ya veremos
Nuestra actuación es esencial en estos primeros años en los que las conductas todavía no se han fijado. Aún están en la edad de los ensayos de comportamiento (a partir de los tres-cuatro años). Nosotros somos su público y de nuestras reacciones dependerá su papel en la vida. Tenemos, por tanto, la responsabilidad de saber cómo actuar para prevenir que este comportamiento se instaure y se refuerce en el niño.
Para los psicólogos, el punto de partida es decir no cuando es justificado. Una norma básica es que, una vez que se ha negado algo, mantengamos la postura para que el crío no vea una debilidad; necesita firmeza y mucho cariño.
A Daniel, por ejemplo, justo a la hora de la comida se le antoja un helado gigante. El niño llora y patalea; la madre acaba cediendo. ¿Qué aprende Daniel? Que a base de insistir, siempre consigue lo que quiere. Esto no implica que tengamos que ser inflexibles. Tan nocivo es decir sí como no por sistema. Lo lógico es encontrar un equilibrio entre lo permitido y lo negado. En la medida de lo posible, hay que evitar que haya días, semanas o periodos de tiempo en que todo se niegue.
Pero cuando se dice a algo que no, los psicólogos aconsejan mantenerlo y resistir con paciencia. Y si se nos ablanda el corazón, cambiar el objeto deseado por algo que no sea material -nunca inmediatamente después de la rabieta-. “Como te has portado muy bien, esta noche jugarás un rato más antes de acostarte”, “vamos a preparar juntos un pastel para mañana”…
Hay que evitar a toda costa que los niños recurran siempre a lo tangible y enseñarles a valorar otros aspectos, como juegos, salidas o actividades. Es más sano y no acabarán siendo eternos pedigüeños. En cualquier caso, las claves de una buena educación para prevenir este tipo de conductas se pueden resumir en: paciencia y resistencia con cariño. Otra arma fundamental que tienen los padres es la argumentación, por supuesto, al nivel del niño. Siempre conviene explicarle por qué no podemos darle lo que pide.
Nos reclama como si fuera un bebé
En muchas ocasiones, lo que pide no es algo material, sino nuestra dedicación exclusiva, sin descanso. Todos los niños precisan la presencia de la madre, el padre o una persona de referencia, pero en ciertos casos aparece un exceso de apego.
“Me sigue por toda la casa y no me deja hacer nada, porque solo quiere que le coja en brazos, que juegue con él -podría ser un comentario real. No hay forma de mantener una conversación a su lado; interrumpe constantemente, grita, llora, pretende que solo hables con él”. Cuando el comportamiento es exagerado, se tiene que averiguar qué hay detrás de esa demanda de atención. Si el niño tiene carencias de cariño, falta de apoyo o atraviesa alguna circunstancia especial o, por el contrario, intenta tenernos bajo su capricho. En este último caso, hay que corregir su comportamiento igual que cuando solicita incansable regalos, chucherías o cualquier otro objeto.
¿En qué solemos equivocarnos?
Estos son los sentimientos que nos suelen hacer ceder a las peticiones de los hijos:
- Miedo a que el niño piense que somos malos padres. Los papás buenos acaban siendo malos, porque no han enseñado a su hijo a luchar en la vida. Alcanzar una meta requiere siempre esfuerzos.
- Falta de paciencia. “Con tal de que se calle, le doy lo que quiera”. Resistir a su insistencia resulta básico.
- Sentimiento de culpabilidad. A veces se pretende compensar una supuesta falta de dedicación concediéndole lo que desea.
- Temor a que el pequeño sufra. Le podemos compensar por otra vía mucho más importante: con nuestro cariño.
Quítate de encima estos sentimientos, que no dejan de ser banales, y mantente firme en tus convicciones (sin extremismos, claro). Esa será la mejor manera de ayudar a tu hijo.
Fotos | Bonnie Tsang; Nate Grigg