Debido a que las verrugas son producidas por un virus, se contagian a través del contacto directo o indirecto a través de objetos contaminados. Generalmente el riesgo de diseminación no es demasiado alto, porque este virus se encuentra en el interior de la lesión, no en la superficie. Por tanto, cuando sí que pueden transmitir con más facilidad es cuando el pequeño las rasca o las muerde.
Además, hay factores que favorecen el contagio. Los niños con dermatitis atópica o que padezcan alguna enfermedad que les baje las defensas frente a las infecciones, tienen más probabilidades de sufrirlas. También aumenta el riesgo si se tiene una piel muy seca, lo que se produce en los inviernos húmedos o por la asistencia a piscinas cargadas de cloro. Sin embargo, en este último caso, el contagio se puede prevenir con una medida tan sencilla como la hidratación abundante de la piel.
A pesar de que es muy probable que las verrugas desaparezcan espontáneamente y sin dejar cicatrices, en la actualidad existen varios tratamientos, aunque cada uno de ellos tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Uno de los tratamientos más clásicos, efectivos y, además, menos molestos para los niños es el uso de soluciones que contienen ácido salicílico a concentraciones del 12 al 26 por ciento, combinados con ácido láctico en solución; o bien el uso de vaselina salicílica al 20-40% (ambas se venden en las farmacias).
Es fundamental ser constante con la aplicación de estas soluciones, aplicándolas todas las noches sobre la verruga.
Imagen: dermatologaldia