En la anterior entrada terminábamos hablando de que el apego se hace especialmente fuerte en torno a los dos años. Esta edad suele coincidir (no siempre) con la entrada del bebé a la guardería. Muchos padres piensan que es una buena edad, para que se acostumbren a las aulas, antes de llevarlos al colegio al siguiente año.
Como decíamos al coincidir la edad con ese momento de apego (no hay que generalizar, y no a todos los bebés les va a ocurrir), la separación podría llegar a ser más traumática para el niño. Además, se le unirá otros factores como:
– La persona que va a estar con él, no solo no pertenece a su cerrado grupo de personas con las que tiene un vínculo de afectivo, sino que además es una total desconocida.
– Va a estar en un lugar cerrado y totalmente nuevo para él.
– Sus cosas no las va a tener a mano.
– Las rutinas diarias cambian de forma radical.
– Hay normas que cumplir, que igual no coinciden con las de casa.
Todo esto, provoca que el niño monte en cólera, patalee, y llore desconsolado. Su ansiedad por la separación de la figura principal de apego, va a ser traumática (tanto para el bebé como para los padres), pero, también es cierto, que la gran mayoría se adaptarán en poco tiempo , y después estarán encantados de:
– Estar con una cuidadora (que ya conoce y con la que igual estrecha un vínculo afectivo).
– De ir a esa aula que ya conoce y en la que hay muchos niños para jugar.
– De encontrarse con esos juguetes que están cada día allí.
– Y de sentirse útiles cuando son capaces de seguir las instrucciones de sus cuidadores.
Imagen: koadmunkee.