Es normal que al haber más de un niño en una casa, éstos terminen, en más de una ocasión, con peleas y discusiones. Que el número de enfrentamientos sea mayor o menor, va a depender de cada de niño y, mientras que hay hermanos que se llevan a las mil maravillas, habrá otros que no puedan estar juntos mucho rato.
El hecho de que los hermanos se peleen frecuentemente, no es señal de que no se quieran y lo más normal, es que, cuando uno de los hermanos no está, el otro lo eche en falta.
Muchos padres tienen una especial preocupación por este tema, pero lo cierto es, que las relaciones perfectas que se pueden ver en la tele, parecen más sacadas de cuentos que de historias reales. Como decíamos es normal que dos hermanos choquen, y es normal que discutan y se peleen. Sin embargo, todo tiene un límite, y si la situación se va a un extremo en el que acaben haciéndose daño física o psicológicamente, será cuando habrá que empezar a poner soluciones.
Una pelea puntual se puede dar por mil motivos, por ejemplo, por el simple hecho de que uno se haya sentado en determinado sitio del sofá. Esto es algo que lo pueden llegar a solucionar ellos solos, con algo mediación de papá o mamá si es necesario. Pero cuando el querer lo que tiene el otro, se convierte en algo constante, es probable que los padres deban plantearse, tomar las riendas ellos de la situación.
El sexo de los hermanos, y la diferencia de edad, serán factores que, aunque no tienen por qué ser decisivos, sí pueden ayudar a que esos enfrentamientos sean mayores o menores.
En la próxima entrada, hablaremos de cómo deben actuar los padres cuando los enfrentamientos afectan a la vida diaria familiar.
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