- Ante todo, normaliza su reacción: tu hijo no debe sentirse como un niño diferente por el hecho de ser tímido. Explícale que la timidez solo es una característica personal más, pero que, aunque no es un problema de por sí, puede ser bueno vencerla para ponernos las cosas más fáciles a la hora de interaccionar con los demás.
- No lo regañes ni delante ni detrás de los otros: castigar la timidez del niño regañándole o ridiculizándole delante de los demás no sólo puede agudizar el problema, sino que puede dar lugar a daños morales colaterales para el pequeño.
- No le refuerces su timidez: algunos padres excusan la conducta de su hijo, le abrazan, dicen que “es muy rico o gracioso”. Todo ello supone un “agradable” refuerzo social para el niño. Por lo tanto, la timidez no se refuerza ni se castiga, en el momento, mejor se ignora.
- Pídele que te cuente qué es lo que ha sentido: después de que haya tenido lugar la situación social pregúntale cómo se encontraba, qué emociones tenía, cómo se sentía, qué pensaba, etc.
- Pregúntale por aquellas situaciones en las que él se siente mejor: estas situaciones pueden facilitar la exposición progresiva del pequeño a las situaciones en las que lo pasa mal por culpa de la timidez permitiéndole el desarrollo de estrategias de afrontamiento.
- Piensa: ¿Qué puedo hacer yo para que se encuentre mejor?: tal vez tú no lo sepas y puedas hacer algo para que tu hijo se encuentre más cómodo en esas circunstancias. Así, la comunicación abierta es más importante que nunca.
Imagen: preschooler
Timidez, ¿puede convertirse en problema? I – Timidez, ¿pueder convertirse en problema? II