Después de una ruptura, tarde o temprano llega el momento de rehacer la vida sentimental, una decisión que en algunos casos se frena por el miedo a volver a hacer daño a los hijos. Introducir a una nueva pareja poco a poco en la vida del niño y dar tiempo a los menores para que se adapten son las reglas básicas para que esta situación sea lo más natural posible.
Muchos niños tienen miedo a ser reemplazados por la nueva pareja, por los hijos de la nueva pareja o por la llegada de un nuevo hermano. Algunos temen quedarse desplazados en un segundo plano y se sienten inseguros afectivamente y celosos.
Por su parte, las nuevas parejas pueden sentirse inseguras al ejercer las funciones educativas con los hijos no biológicos y entre los hermanos pueden surgir rivalidades por considerar que el trato no es igualitario.
A consecuencia de estas situaciones surgen discrepancias y conflictos en la nueva unidad familiar que deben ser resueltos lo antes posible para evitar que se hagan crónicas en el tiempo. Pero no hay por qué preocuparse, ya que, a pesar de las posibles dificultades iniciales, los niños tienen capacidad para recolocarse y adaptarse a la nueva situación sin problema.
Imagen: parentalidad