Estamos a mitad del periplo veraniego y vacacional, una de las épocas en que se registra un mayor índice de otitis infantil. La razón es bastante clara y está relacionada con el baño en aguas contaminadas de piscinas, ríos o mares. De ahí que esa infección haya acabado llamándose Otitis del Nadador u Otitis de la Piscina.
En realidad se trata de una Otitis Externa, una inflamación del conducto auditivo externo como consecuencia de una infección producida por microorganismos patógenos, generalmente hongos y bacterias. Aunque la causa más frecuente en verano sea el baño, lo cierto es que se asocia también a otro tipo de causantes: eccemas, sequedad, pequeñas heridas formadas al rascarse o al utilizar bastoncillos…
Los primeros síntomas que aparecen suelen ser el picor y la sensación de tener agua en el oído. Las molestias se irán intensificando hasta que aparece el dolor, que puede ser pulsante y llegar hasta un nivel bastante intenso. Dependiendo de ese nivel de dolor, los niños podrían mostrarse irritables e incluso dejar de comer. La causa de esta actitud se concentra en esa fase dolorosa que se agudiza con ciertos movimientos de la cabeza y también al masticar, tragar o reír.
En el caso de los bebés hasta los 2 añitos, también notaremos que dejan de comer y además se producirán episodios de llanto y desconsuelo.
En ocasiones podremos percibir que del oído afectado supura líquido transparente que, a veces, puede acabar volviéndose purulento. También podrían quejarse de pérdida de audición y, en los cuadros de infección más severa, experimentar capítulos de fiebre.
En la mayoría de los casos el tratamiento básico es paracetamol, para calmar el dolor, acompañado por antiinflamatorios y, en caso de infección, algún antibiótico. De todos modos, deberá ser el médico quien diagnostique y recete los medicamentos adecuados.