Las peleas entre hermanos, es algo totalmente natural e inevitable, independientemente del sexo de los niños, o de las edades de cada uno. Siempre ha sido así, lo es, y lo será. Esto no significa en ningún momento que los niños no se quieran, no hay que buscarle un sentido razonable, a que las peleas sean habituales.
En esas peleas entre hermanos, es difícil que los padres se controlen a la hora de
actuar, y en esos casos, resulta casi imposible no posicionarse, aunque sea de forma inconsciente, de un lado o del otro. Sin embargo, es importante, mantenerse un poco al margen de esas peleas, y no actuar en el momento, para evitar que uno de los niños salga mal parado.
En una pelea habrá casi siempre, dos partes, por un lado está el que agrede (ya sea con actos o con palabras), y el que provoca. Por regla general, el que se va a llevar las culpas, es el que agrede, ya que es el acto que salta más a la vista de todos, mientras que el que provoca, puede quedar en un segundo plano. Tan malo puede llegar a ser una cosa como la otra, y por ello, los padres no deberían saltar a la mínima y reñir al que “agrade”, por muy evidente que sea.
En una pelea habrá que dejarlos que sean ellos los que solucionen el problema, intentar mediar lo menos posible, y no defender una de las partes. Pero como es lógico, no se les puede dejar a su aire completamente, pero la actuación de los padres se deberá hacer, no en el momento de la pelea, sino en los de calma… ¿cómo?, ofreciéndoles una educación, en la que estén presentes valores como el respeto hacia los demás, tolerancia y amor. Probablemente cuando ellos tenga asumidas, esas tres cosas, el número de peleas se verá reducido.
Imagen: Steven Depolo