Hace unos meses saltó la noticia, para el agrado de muchas y el descontento de otros, en la que se nos informaba que ya es posible elegir el orden de los apellidos de los hijos, de manera que sea el de la madre, ni el del padre como se acostumbra hacer hasta ahora, el que vaya en primer lugar tras el nombre.
Esto podría solucionar problemas como podría ser de que por tan solo el mero hecho de llevar el orden que hasta ahora era el común, los apellidos pudieran dar motivos de burla.
La idea está muy bien siempre y cuando, padre y madre se pongan de acuerdo, que por regla general suponemos que sí, pero, ¿qué ocurrirá si no es así? Pues en esos casos no habrá vuelta de hoja ni tampoco se seguirá ningún criterio, sino que simplemente el orden del nombre completo de los hijos quedará totalmente en manos del funcionario que ese día atienda en el Registro Civil el día que los padres vayan a inscribir en tal al bebé.
En teoría esa elección en el orden de los apellidos se deja en manos de dicho funcionario esperando que éste aplique el sentido común, e intente que al leer el nombre completo, junto con los apellidos, suene bien y evite los desafortunadas, en algunos casos, rimas no deseadas, cacofonías, o, como decía antes, mezclas desagradables que en futuro puedan traumatizar al niño por poder ocasionar las gracias de sus compañeros de clase.
En nuestra sociedad, aún existe la idea de que debe ir el apellido del padre primero, por aquello de no perderlo, algo ante lo que la mujer se empieza a revelar. Por tanto, habrá que llegar a acuerdos y sobre todo tener en cuenta que no valdrá aquello del 50%, es decir, que no se podrá poner el apellido del padre al primer hijo, y el de la madre al segundo, o viceversa, ya que todos los hijos nacidos de los mismos padres deberán ser registrados llevando el mismo orden elegido para el primero.