Algo de los que muchos padres se quejan, en lo que se refiere con la relación con sus hijos, es que los gritos son habituales en casa. El cansancio y el estrés, son factores que llevan a esa situación. Esto es así, incluso cuando se trata de padres con una inmensa paciencia.
El caso se vuelve aún más complicado, cuando son niños inquietos, o cuando son niños con facilidad para cogerse rabietas y montar pataletas. Y más aún se agrava, si hay por casa más de un niño.
Que el niño desobedezca por sistema, es algo que puede llegar a frutar a los padres y, cuando ya no se sabe qué hacer, se opta por levantar la voz. Todos, o al menos la gran mayoría de los padres, saben que no es la solución, pero evitarlo a veces resulta muy complicado.
Sin embargo, es importante guardar las formas, ya que los niños van a tender a imitarnos, y verán las formas de los padres de actuar y hablar, como lo que es “normal”. Por tanto, si los gritos son habituales, ellos terminarán actuando también de esa manera.
Poner normas y límites desde pequeños, puede ayudar a que en el futuro no se llegue al extremo de los gritos. Además, es importante tener en cuenta el carácter de cada niño, respetar sus ritmos, y tener siempre en cuenta sus progresos.
Los gritos son evitables, y si se ha llegado ya un punto en el que son habituales, hay que pensar siempre, que eso se puede cambiar. Comenzando por marcar metas sencillas, como por ejemplo, proponerse no gritar durante el baño. Una vez superada esa meta, se propondrá otra que puede corresponder con otro momento del día, y así sucesivamente.