Los problemas de salud durante el embarazo, por muy pequeños que sean, pueden resultar un engorro para la futura mamá, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayor parte de los medicamentos están desaconsejados, cuando no absolutamente prohibidos en esta etapa de nuestras vidas.
La razón está clara y siempre se enfoca hacia del deseo y la necesidad de evitar problemas y no dañar el feto en ningún momento del proceso. Ello nos lleva en muchos casos a hacernos muy “amigas” de los recursos homeopáticos y las infusiones y tisanas. En general con todo lo relacionado con las hierbas.
Todos conocemos de los beneficios de las plantas para la salud en general. Sin embargo, pocas veces nos paramos a pensar que muchísimos medicamentos, prácticamente la mayoría, extraen sus principios activos de plantas medicinales.
¿Qué queremos decir con ello? Fácil y claro: Las plantas, en algunas ocasiones, pueden resultar tan dañinas como cualquier medicamento. Por ello, resulta esencial saber qué tomamos y para qué sirve, así como cuáles son sus efectos negativos para nuestras particularísimas circunstancias.
Plantas comunes y aparentemente inofensivas o beneficiosas por sus múltiples propiedades, pueden convertirse en una bomba de relojería si se ingieren durante el periodo de gestación. Sería el caso, por ejemplo, del aloe, la verbena o la mirra, que pueden producir fuertes contracciones uterinas e incluso partos prematuros.
Hierbas como el ruibarbo, la ruda, el ajenjo o la angélica -entre una larga lista- estimulan el sangrando y con ello se pueden inducir hemorragias que podrían provocar un aborto. Por otro lado y en el apartado de las plantas tóxicas, tendríamos que tener cuidado con sustancias verdes tan aparentemente inocuas como el perejil, cuyo aceite esencial (al igual que el hinojo) conlleva un elevado contenido en apiol, cuya dosis abortiva se acerca peligrosamente a la dosis mortal. Esto resulta muy difícil conseguirlo consumiendo la hierba fresca, si bien también es recomendable no abusar del consumo de estas plantas.