Os dejo una serie de consejos para lograr que vuestro hijo os escuche. Básicamente hay que escucharle a él, pues somos su mejor ejemplo, si le escuchamos él también lo hará.
- El mejor modelo eres tú: si quieres que tu hijo te escuche, lo primero que debes hacer es dar ejemplo y escucharle tú a él. Esto es aplicable desde los niños más pequeños hasta los adolescentes. Cada uno de ellos, en función de su edad, tendrá sus deseos y opiniones bien claras y querrá sentir que se escuchan.
- Me escuches o no, lo haces: algunos niños “fingen” no escuchar para salirse con la suya y seguir haciendo eso que estaban haciendo y tu orden les interrumpe. Usan, en este caso, el “no escuchar” como una estrategia que evita o demora la realización de cosas que no quieren hacer. Si permites que esto ocurra estarás reforzando su estrategia. En su lugar, pídele una respuesta para cerciorarte de que te ha escuchado e intenta que interrumpa su actividad o haga lo que le demandas a la mayor brevedad posible.
- Comienza atrayendo su atención: si no has captado previamente su atención, ten por seguro que estás perdiendo el tiempo. Para ello, puedes comenzar hablando de un tema que le interese. Si son niños muy pequeños, debes controlar su movimiento, por lo que una buena estrategia es sentarse a pintar junto a él mientras le hablas y le pides que te mire en los momentos más importantes.
- La conversación debe tener un tono positivo: debemos dejar las críticas y los trapos sucios a un lado para que la conversación resulte positiva y a tu hijo le apetezca seguir hablando. Recuerda que es un ser humano y a nadie le gusta seguir conversaciones desagradables.
- Elige el momento adecuado: el contexto es fundamental para sentirse escuchados. No le habléis de algo importante aprovechando un error que puede haber cometido o en una reunión familiar teniendo en cuenta el comentario que ha dicho otra persona.
- Usa ejemplos y si te pones tú como uno de ellos, no olvides que no eres perfecto: es importante no entrar en ambigüedades si queremos que nuestro mensaje sea escuchado. Para ello, los ejemplos son la herramienta más clarificadora de la que nos podemos valer. Si te empleas a ti mismo como ejemplo, no olvides hablar también de tus fallos para que tu hijo te perciba como ser “real” y no “ideal”.
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