En nueve meses una compleja vida se desarrolla en nuestro interior sin apenas contar con nuestra intervención. Aun así, nuestro papel es clave para el bienestar del bebé y es importante asumirlo con responsabilidad. No podemos decidir la configuración cromosómica de nuestro hijo, pero de nosotras depende protegerle de ciertos peligros para su adecuada formación.
También está en nuestra mano darle lo mejor: amor, buenos alimentos, descanso, respiraciones profundas… Las medidas para protegerle a él también implican protegernos a nosotras mismas. Algunas conllevan acción (pasear), otras evitar circunstancias (el tabaco o el alcohol), otras extremar precauciones… Unas nos resultarán sencillas, otras pueden llevar años siendo nuestro caballo de batalla: ahora es le mejor momento para tomar las riendas. Estas son las más importantes.
Hay que evitar las sustancias tóxicas en el trabajo. ¿Trabajamos en contacto con disolventes orgánicos en una tintorería, en una peluquería, en una gasolinera o en una industria química? Hemos de revisar nuestro lugar de trabajo y los productos que tocamos o respiramos habitualmente para descartar el contacto con sustancias peligrosas.
Los disolventes orgánicos pueden producir alteraciones en el desarrollo del feto, siempre que la madre se exponga a altas concentraciones. Estos disolventes pueden absorberse por inhalación, por vía oral y a través de la piel, pero si se toman medidas (guantes para manipularlas, ventilación de los ambientes, mascarillas en casos extremos) no tienen por qué afectar a la salud de la madre ni al futuro bebé.
En relación al tabaco no nos podemos permitir ni siquiera dos cigarros para aliviar la ansiedad. Fumar puede ser origen de grandes complicaciones, como placenta previa o abortos espontáneos; puede ocasionar problemas al feto, como malformaciones congénitas o bajo peso al nacer; y algunos estudios apuntan que ese peligro continúa después de nacer: los bebés de madres fumadoras (activas o pasivas) parecen tener más riesgo de sufrir muerte súbita o enfermedades como cáncer o asma.
La nocividad del tabaco procede tanto de los productos químicos tóxicos que contiene el tabaco como de la disminución de oxígeno en las células de las fumadoras, que se traduce en una disminución de oxígeno para el bebé. Las fumadoras pasivas corren casi los mismos riesgos, por lo que deberían evitar los ambientes con humo.
En el ámbito laboral la embarazada está protegida por la ley, pero si está permitido fumar en su trabajo (si es empleada de un bar, por ejemplo), tiene derecho a pedir un cambio de puesto a un lugar libre de humo.