Siempre se ha aspirado a emplear un método que permitiese a la mujer estar consciente y poder colaborar en el parto, produciendo alivio del dolor sin alterar el efecto motor para que el parto progresara y careciendo de efectos indeseables para el feto. Esto es lo que se ha conseguido con la analgesia epidural.
¿En qué consiste al analgesia epidural?
La analgesia epidural consiste en la administración de un anestésico local a través de un catéter muy delgado que se introduce en la parte lumbar de la columna de la mujer, en el área que recubre la médula espinal llamada espacio epidural (acción que siempre realiza un anestesiólogo). Con ello se inhibe la sensación dolorosa sin alterar la progresión del mecanismo del parto, por lo que la parturienta seguirá sintiendo la presión de las contracciones, pero no el dolor.
La cantidad de medicación se regula según las necesidades de cada mujer. El anestesista, a través de catéter, administra la medicación sin necesidad de otras manipulaciones; de igual modo, la introducción del catéter, contrariamente a lo que se pueda pensar, no es dolorosa, dado que se duerme primero la piel y posteriormente se nota una sensación de presión, pero no se produce dolor.
Por la acción de los anestésicos, la parturienta notará las piernas débiles y calientes, pero no verá mermadas sus facultades mentales. Dicho efecto analgésico comienza sobre los diez minutos siguientes a su administración.
Efectos secundarios
- Dificultad para empujar.
- Caída de la tensión arterial.
- Dolor de cabeza.
- Dificultad para orinar.
- Hipotensión materna.
- Hematoma epidural.
Pero la anestesia epidural cuenta con una ventaja añadida, y es que la analgesia se prolonga horas después del parto, con el consiguiente alivio de las molestias perineales por episiotomía o desgarro espontáneo.
Foto | Aaron Fulkerson