Las galletas han sido un alimento que ha acompañado siempre a nuestros niños, formando parte de una dieta sana y equilibrada. Hoy siguen ocupando un papel muy importante, y se han ido reinventando, haciéndose cada vez más sanas y variadas, para satisfacer todo tipo de gustos.
¿De qué se componen las galletas?
Los ingredientes básicos son la harina, el azúcar y las grasas (o mantequilla); al tostar la masa elaborada con ellos, se obtiene la galleta. Luego se le puede añadir agua, sal, aromatizantes… y diferentes rellenos o coberturas como el chocolate, la miel, el coco, etcétera, lo que va aumentando sus calorías y la va haciendo menos saludable.
En general, la galleta tipo maría clásica es la más sana. Tiene menos grasas saturadas que las galletas doradas o las especiales, es menos calórica y tiene más fibra. Por tanto, debes procurar seleccionar galletas de elaboración sencilla y limitar en tu hijo el consumo de las que contienen más grasas y azúcares simples.
Pero, además, en el mercado podemos encontrar todo tipo de variedades de galletas. Destacan las que se enriquecen con ácidos grasos omega 3 y omega 6, con vitaminas o con minerales, las integrales (que aportan más fibra) y las que tienen bajo contenido en azúcar. Aunque hay que tener precaución con estas últimas, ya que, en ocasiones, la reducción en el contenido de azúcar conlleva un incremento en el contenido graso. Y para dar respuesta a los problemas alérgicos de los niños, también existen galletas sin lactosa, sin huevo, sin frutos secos, etcétera.
Al ser los cereales su principal ingrediente (sobre todo el trigo) dan al organismo energía física y fortaleza mental. Así, si nuestros hijos toman galletas, están ingiriendo una gran fuente de valor energético, debido a su rica composición en hidratos de carbono, proteínas y grasas, que les ayudan en su desarrollo. Además, les aportan hierro y calcio.
Foto | David Dennis