La familia es una entidad en movimiento al igual que la sociedad. En primer lugar, la pareja evoluciona en el momento en que asume el reto de la convivencia. En segundo lugar, tanto él como ella deben hacer un nuevo esfuerzo cuando nace el bebé para darle el espacio necesario y también, para no descuidar la relación de pareja.
Pues bien, existe un cambio que resulta muy difícil para el primer niño y es el de recibir al nuevo bebé. Un hermano implica compartir el cariño de los padres, dividir los juguetes o incluso, también, compartir la habitación en casa. Los celos son habituales en la infancia, por ello, los padres deben entender que los niños son niños. Es decir, que tienen derecho a expresar, sentir y vivir sus propias emociones. Son los adultos como tales, quienes deben comportarse de la forma adecuada para que el hermano mayor no sienta que ha quedado eclipsado por el pequeño en cuestión de un minuto.
Por ello, y de una forma lógica y razonada, más allá de la atención natural que despierta el bebé recién nacido y de la alegría infinita, es importante seguir haciendo el mismo espacio al hermano mayor, jugar con él, estar con él, leerle un cuento por la noche, y por supuesto, implicarle en la relación con su hermano en positivo. Al ser el mayor, podemos decirle que confiamos en él porque podrá cuidar del peque.
Pero además, también es habitual que al nacer el primer niño reciba muchos regalos. En este caso, conviene cuidar los detalles y el hermano mayor también debe recibir algún juguete para no sentirse diferente. Todos hemos sido niños y recordamos cómo nos sentíamos en situaciones de ese tipo porque en la infancia, el poder del “yo”, es inmenso.
Imagen: El embarazo