No es la primera vez que en Bebé Feliz os hablamos del estreñimiento infantil. De hecho, hace pocos días nos centramos en los motivos y soluciones de este estado en los lactantes pero, ¿qué pasa con los mayores de 18 meses?
El estreñimiento infantil, o lo que es lo mismo, la disminución de frecuencia en las deposiciones o bien que estas son muy duras y causen dolor en la evacuación, es una de las patologías más recurrentes en el mundo de la pediatría. Al igual que ocurre con los lactantes, la mayoría de las veces este cuadro médico se soluciona con un cambio de alimentación del pequeño, dando prioridad a la ingesta de fibra y la práctica de algún deporte, pues se ha demostrado que el ejercicio físico favorece el tránsito intestinal.
También existen medicamentos y laxantes que ayudan a combatir el estreñimiento infantil pero, jamás daremos alguno a nuestro peque sin la autorización previa del pediatra. En el mercado hay muchos medicamentos de este tipo a nuestro alcance, con diversos mecanismos de acción, pero también puede resultar perjudiciales, de ahí la importancia de consultar antes con el médico.
Con el objetivo en mente de conseguir que nuestro peque no padezca de estreñimiento y teniendo clara la importancia de la fibra, debemos ser conscientes de la existencia de dos tipos de fibra (soluble e insoluble) y las cantidades adecuadas de la misma que debemos aportar en la dieta de nuestros hijos.
Fibra dietética soluble
La fibra soluble se compone de gomas, pectinas, mucílagos, polisacáridos de algas, fructopolisacáridos, almidón resistente, polidextrosa y betaglucanos. Tiene la capacidad de disolverse en agua y su principal función es la de absorber gases y azúcares, por lo que ayuda a controlar los niveles de colesterol y de glucosa en sangre.
Contienen esta fibra alimentos como la soja, avena, salvado de avena, cebada, membrillo, zanahorias, cebolla, manzana, naranjas, fresas, frambuesas, mandarinas, dátiles o almendras.
Fructooligosacáridos (FOS)
Son un tipo de fibra soluble compuesta de unidades de fructosa que nuestro organismo no es capaz de digerir ni de asimilar, al igual que ocurre con otros tipos de fibra dietética. Un fragmento de ésta es fermentada por las bífido bacterias que colonizan el intestino grueso o flora beneficiosa (son componentes prebióticos).
Se encuentra en pequeñas cantidades en multitud de alimentos de origen vegetal como, por ejemplo, las alcachofas, espárragos, ajos, tomates, cebollas, puerros, achicorias o plátanos, entre otros. También se utilizan como ingredientes añadidos en algunos preparados lácteos, bebidas, alimentos infantiles, productos de repostería y complementos dietéticos.
Entre otras funciones, favorecen el crecimiento de las bífido bacterias e inhiben el de las bacterias patógenas como la Escherichia coli o la Salmonella, estimulan la función inmunológica y la síntesis de ciertas vitaminas, contribuyen a reducir los trastornos digestivo como el exceso de gases, ya que equilibran la flora intestinal reduciendo el desarrollo de bacterias que los generan, mejoran el tránsito intestinal (resulta beneficioso en caso de estreñimiento y diarrea) y contribuyen a reducir el riesgo de cáncer de colon.
Fibra dietética insoluble
Se compone por celulosas, hemicelulosas y lignina. Al contrario que la soluble, no se puede disolver en agua. Su principal función es la de aumentar el volumen de la masa fecal, ablandar su textura (facilitando la expulsión) y de esta forma, aumentar el tránsito intestinal. Un aporte adecuado de este tipo de fibra evita el estreñimiento y la aparición de complicaciones digestivas a largo plazo como la diverticulitis o el cáncer de colon.
Contienen esta fibra alimentos como los cereales integrales, salvado de trigo, salvado de maíz, lechuga, col, tomate, garbanzos, lentejas, alubias y habas.
Recomendaciones para los más pequeños
Hay recomendaciones sobre el consumo de fibra dietética establecidas para los más pequeños en las que se propone la aplicación de la regla “edad más 5” para determinar la cantidad de fibra óptima. Esta regla consiste en sumar un 5 a los años del pequeño para obtener los gramos diarios de fibra aconsejados para su consumo.
Así, si nuestro peque tiene tres años, deberá consumir ocho gramos de fibra al día. La cantidad se irá aumentando según el niño crezca hasta llegar a las cifras recomendadas en adultos, alrededor de 25-30 gramos diarios.
Un consumo excesivo por el abuso de alimentos integrales o complementos dietéticos es contraproducente, pues aumenta la excreción intestinal de minerales importantes en la etapa de crecimiento como el calcio, hierro o cinc y puede incluso llegar a provocar su déficit. Además, puede causar flatulencias o gases formados por la fermentación bacteriana en el colon, dolores abdominales e incluso diarrea. Por este motivo, no debemos dar a nuestros hijos ningún complemento de fibra dietética sin la previa autorización de su pediatra.
Una alimentación variada proporciona la fibra dietética necesaria
Una alimentación equilibrada debe incluir una proporción de fibra insoluble/soluble 3:1, es decir, el 75 por ciento de la fibra total diaria debe ser insoluble y el 25 por ciento soluble. Estas son las recomendaciones para un aporte suficiente de fibra dietética:
- 3 raciones diarias de fruta fresca.
- 2 raciones diarias de verduras y hortalizas.
- 2-4 raciones semanales de legumbres.
- 3-7 raciones semanales de frutos secos.
- Alguna ración diaria de cereales integrales (pasta, arroz…).
La conclusión es simple, si vuestro peque ha dejado de ser lactante y padece estreñimiento, tras consultarlo con el pediatra, lo mejor será facilitarte una dieta sana y variada que le ayude con el tránsito intestinal y le facilite las evacuaciones. Tampoco debemos olvidar establecer una rutina para que el niño acuda al baño diariamente y, a ser posible, debemos fomentar que practique alguna actividad física.
Fotos | mliu92; Donnie Ray Jones; Donnie Ray Jones; Todd Morris.