El escritor Robert A. Heinlein decía: “La felicidad consiste en dormir lo suficiente, solo eso, nada más”. Es probable que con esta afirmación estemos totalmente de acuerdo. Es cierto que el día que dormimos bien nos parece que podemos con todo, incluso con lo más duro.
La realidad es casi nadie duerme lo suficiente, y sobre todo los adultos porque se sienten culpables. Demasiadas cosas pendientes por hacer… Pero dormir poco o mal reduce la productividad, causa irritabilidad, jaquecas, dolores de cabeza, estrés, más cansancio… un círculo vicioso del que es difícil salir.
Y hay que recordar que dormir nos ayudará a levantarnos más frescos, con más energía y alegría; con el cuerpo y la mente descansados.
Alteración del sueño en la infancia
Si un niño duerme mal debemos acudir a nuestro pediatra para que diagnostique si sufre alguna alteración del sueño. El pediatra le realizará una amplia historia clínica y exploración física: investigará los patrones de sueño, la duración total del sueño, el patrón de las siestas, los horarios… Asimismo, realizará un diagnóstico diferencial que excluya otro tipo de patologías o problemáticas como enfermedades médicas: descartar causas de dolor, reflujo gastroesofágico…; enfermedades neurológicas (TDAH, TEA…); o trastornos mentales como la ansiedad o la depresión.
Los tipos de insomnio que se presentan mayoritariamente en la población infantil son dos:
1. El insomnio por higiene del sueño inadecuada: se debe a unos hábitos perjudiciales durante el día que interfieren con el sueño y el descanso nocturno. Los más habituales son:
- El consumo de alimentos estimulantes como el chocolate, refrescos de cola, alcohol o cafeína.
- La actividad física o intelectual intensa en las últimas horas del día.
- El uso del ordenador, consolas o móviles, justo antes de irse a la cama o en ella. Existen estudios que demuestran la interferencia de las pantallas con la secreción de melatonina.
- Las condiciones inapropiadas para dormir: luz, ruido de fondo, calor o frío…
- Los horarios irregulares y variables de sueño: siestas diurnas prolongadas o tardías.
- Usar la cama para actividades diferentes al dormir.
2. El insomnio conductual en la infancia: es la incapacidad del niño para conciliar el sueño por sí solo, con resistencia a la hora de acostarse, lo que implica un retraso en la hora de inicio del sueño y menos tiempo para él. También se asocia a los despertares nocturnos frecuentes o prolongados que también disminuyen el tiempo de sueño. Su causa se relaciona con un aprendizaje problemático del hábito del sueño.
Este tipo de insomnio se puede deber a:
- Asociaciones inapropiadas con el inicio del sueño: el niño asocia ciertas conductas o actividades como ser mecidos, estar mamando o estar viendo la televisión a quedarse dormido; y sin ellas, no es capaz de conseguirlo.
- La ausencia de límites establecidos: mediante enfados y rabietas el niño rechaza el momento de irse a dormir con peticiones continuas como beber agua, leer otro cuento… Los padres responden incorrectamente consintiendo estas demandas.
Estos problemas del sueño tienen consecuencias diurnas, tanto en el niño como en su familia.
Consecuencias de no dormir bien
En los niños, la falta de sueño no suele manifestarse como somnolencia diurna. Precisamente al contrario, se asocia a intranquilidad e inquietud. Pero lo más alarmante es que la falta de sueño tiene consecuencias graves sobre el cerebro en desarrollo:
- Altera el desarrollo cognitivo: aprendizaje, consolidación de la memoria, funciones ejecutivas.
- Altera el carácter: irritabilidad, inquietud.
- Afecta al sistema inmune, hormonal y metabólico, con riesgo para la salud.
- Aumenta el riesgo de accidentes.
Evidentemente, estas consecuencias también tienen su importancia en los padres que también pierden horas de sueño y se traducirá en somnolencia diurna, síntomas depresivos, alteración de la capacidad de trabajo, riesgos de accidentes de tráfico. Añadiendo, por último, las consecuencias en el funcionamiento familiar con un aumento del estrés familiar y mayor incidencia de problemas de pareja.
Consejos y prevención
El sueño infantil tiene unas características propias del desarrollo del niño, que son biológicas y no modificables: el niño no adquiere el ritmo circadiano de melatonina hasta después de los seis meses de vida. Por otra parte, al poder considerarse un hábito, el sueño infantil va a mejorar mucho si se ciñe a unas rutinas diarias con unos horarios establecidos, tanto de sueño nocturno como diurno.
Los padres han de entender que si el niño no consigue ir ganando progresivamente autonomía en otras áreas como comer y jugar, no se le puede pedir que lo haga durante la noche o a la hora de dormir.
Será aconsejable que los padres tengan claro cómo actuar. Básicamente se trata de establecer rutinas. Establecer siempre el mismo sitio para dormir, horarios similares todos los días, tanto para la siesta como para irse a la cama, con la misma respuesta de sus papás ante las protestas del niño. Todos estos parámetros comportarán al niño seguridad y autonomía puesto que saber “lo que viene a continuación”, disminuye las quejas y las conductas negativas.
Fotos | Gordon; Shelley Glapion; Eduardo Merille
[…] Un hábito fuerte, el del sueño, se ha visto seriamente alterado; antes dormía solo y ahora no. Busca con angustia nuestra presencia por la noche. Sí, algo pasa, y no atenderlo sería el único camino mal tomado en este historia. Puede estar en una etapa en la que afloran los miedos (no son solo cosa de su imaginación, sino simbolizaciones de lo que está ocurriendo en su pequeña y ajetreada vida), puede ser un tiempo de excesiva soledad, puede estar reclamando un mayor contacto o vínculo afectivo… Solo él lo sabe y merece la pena escucharle. […]