Actualmente, la cesárea continúa siendo una de las intervenciones quirúrgicas más habituales. Generalmente se suele realizar por una urgencia debido a las condiciones fetales o maternas, que hacen obligatoria la extracción inmediata del bebé (cesárea urgente) o por enfermedades que hagan necesaria la extracción del pequeño por vía abdominal antes de que la mujer se ponga de parto (cesárea electiva).
La cesárea es una intervención que se considera mayor y que, a pesar de que la probabilidad de complicaciones es baja, siempre existen ciertos riesgos, que no hay que perder nunca de vista.
La situación actual
La tasa global de cesáreas en nuestro país ha ido aumentando durante la última década, situándose en la actualidad en torno al 35 por ciento. Sin embargo, sorprende la gran diferencia entre la cantidad de cesáreas que se realizan en la sanidad pública (20 por ciento) y la tasa de la sanidad privada (50 por ciento).
La base para estas diferencias está en la responsabilidad profesional. La atención al parto se ha convertido actualmente en una actividad de riesgo para el obstetra y, por ello, muchos optan por evitar posibles complicaciones y minimizar al máximo los peligros para el feto. En general, en España contamos con un excelente y bien formado grupo de profesionales que siempre buscará el mejor resultado para la madre y para el bebé.
No está exenta de riesgos
La cesárea consiste en acceder a la cavidad uterina, donde se encuentra el bebé, a través de una incisión en el abdomen materno. Es cierto que esta intervención supone un riesgo para el recién nacido, pero éste es mínimo (en general la tasa de complicaciones es muy baja). Además, esta forma de nacer evita el estrés que supone para el feto el paso a través del canal de parto.
Sin embargo, esto no quiere decir que no conlleve cierto peligro, ya que es una cirugía mayor; puede acarrear consecuencias graves, que no siempre son predecibles. Por tanto, su realización debe estar siempre suficientemente justificada.
Por eso, en ausencia de una causa materna o fetal que lo aconseje, es preferible el parto vaginal a la cesárea; esto nos evitará las complicaciones más frecuentes de la segunda y además hará que la recuperación de la madre sea sustancialmente más rápida y en mejores condiciones, lo cual es fundamental.
Durante y después de la cirugía
En caso de que la cesárea se lleve finalmente a cabo, se informará a la mujer de lo que se le va a hacer y por qué. Es fundamental que esté tranquila y siga las indicaciones del personal sanitario; ellos velarán por el buen resultado de la cirugía.
La anestesia aplicada para una cesárea puede ser epidural o raquídea (casi siempre), la cual no afecta al bebé: la mujer siente que le tocan, pero no experimenta dolor, estando despierta durante el proceso para poder ver a su pequeño al nacer. En casos específicos puede ser necesaria la anestesia general, aunque es menos recomendable por el riesgo de que llegue al feto.
Después, se sonda a la paciente, se desinfecta la piel, se cubre de paños el abdomen y se procede a la cirugía: consiste en seccionar, plano a plano, todo el abdomen hasta llegar al útero, donde se encuentra el bebé. Tras sacar al pequeño, se corta el cordón umbilical y se extrae la placenta. Si la madre está despierta y la situación lo permite, se le enseña a su hijo y se le lleva al pediatra para que lo revise. Los cirujanos proceden a cerrar el útero y el resto del abdomen.
Tras la cirugía, la paciente pasa a reanimación (que suele durar unas dos o tres horas) y, de ahí, a la habitación, según disponga el equipo de anestesiología.
Desde que el neonatólogo acaba de revisar al bebé hasta que la madre lo vuelve a ver, se le lleva al padre, para que también disfrute del momento.
El ingreso hospitalario suele durar tres o cuatro días en los que, progresivamente, iremos notando una mejoría evidente. En general, se suele tolerar la ingesta de líquidos en las 12-24 primeras horas, aunque en estos momentos se mantiene a la mujer sondada y con suero intravenoso, lo que le permite estar hidratada aunque no beba. Entre el segundo y cuarto día se recupera progresivamente la función intestinal, a la vez que las molestias en el lugar de la cicatriz disminuyen notablemente. Con algo de esfuerzo por nuestra parte, se logrará una recuperación más rápida y más adecuada.
Pese a que la salida del hospital se produce normalmente a los cuatro días, la recuperación debe continuar en casa, y la mujer no se acabará de encontrar bien hasta pasados entre ocho y diez días. Es más, no estará totalmente recuperada hasta transcurrido un mes de la cirugía.
Además, son típicos los manchados hasta el día 20 después de la cesárea y las molestias en el lugar de la incisión durante unos tres meses. Por último, aunque el área donde se realizó la cesárea puede quedar adormecida durante varios meses, progresivamente se irá recuperando la sensibilidad en la zona.
Los cuidados de la herida
Es importante mantener la herida quirúrgica siempre bien limpia (no es necesario lavarla con productos especiales) y seca, incluso usando un secador si es necesario. Además, es preferible tenerla destapada, para mantenerla aireada. Con todo ello se busca el objetivo de evitar infecciones.
Si no se ha utilizado una sutura reabsorbible, habrá que acudir al centro médico para que la retiren en unos ocho o diez días.
En el caso de sufrir un dolor excesivo, que se abra la cicatriz, que aparezca enrojecimiento, sangrado o supuración de la herida se debe acudir al profesional médico para que evalúe si existe infección o si es necesario algún tratamiento adicional.
Para finalizar, insistir en que en el caso de que sepas con antelación al momento del parto que te han de hacer una cesárea, te han de informar con detalle de todo el proceso. Además, te entregarán un documento de consentimiento informado que deberás firmar antes de la cirugía. En este momento es fundamental que preguntes al médico responsable cualquier duda que te surja.
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