Es en la infancia, a través de la relación con los otros (familiares, amigos, etcétera) cuando se comienzan a desarrollar las habilidades sociales, las cuales se van perfeccionando a lo largo de nuestra vida. Los padres y los adultos que se relacionan con el niño día a día, tienen un papel fundamental en la adquisición y mantenimiento de unas adecuadas habilidades sociales en los más pequeños.
Consecuencias de unas malas habilidades sociales
Los problemas de habilidades sociales pueden deberse al déficit de habilidades sociales o al exceso de las mismas. Los niños con un déficit de habilidades sociales, no han incorporado en su repertorio de conductas sociales los comportamientos asertivos. Este problema suele ocurrir en niños tímidos, retraídos y/o que presentan ansiedad ante sus relaciones sociales.
La falta de posibilidades de relación con otros niños, debido a estas características propias o a otras externas del niño (por ejemplo familias con pocas relaciones sociales), disminuyen la posibilidad del niño de poder aprender por ensayo-error o de imitación las conductas sociales que pueden emitir otros niños. Estos pequeños no son capaces de decir a otros niños y/o mayores cuál es su punto de vista, expresar su opinión o defender sus derechos personales.
Al mismo tiempo, suelen mostrar una conducta social pasiva o inhibida que, a corto plazo, les previene de tener conflictos con los otros pues, los demás, realmente hacen lo que quieren. Sin embargo, a largo plazo, los niños con un déficit de habilidades sociales presentan una baja autoestima, ansiedad ante las relaciones sociales y aislamiento.
Por el contrario, los niños con un problema de exceso de habilidades sociales tienen conductas sociales poco habilidosas porque “invaden a otros niños”. Suelen ser niños con un carácter impulsivo, fuerte y abierto que les hace, en algunos casos, ser agresivos y no respetar los derechos personales de los demás. La consecuencia de su comportamiento es la soledad y la frustración, puesto que es frecuente que los otros niños no quieran relacionarse con ellos por sentirse incómodos ante sus “explosiones” emocionales.
Por su parte, los adultos responsables de la educación de estos niños suelen castigarlos constantemente por sus malos comportamientos, lo que hace que el niño se sienta diferente y manifieste de nuevo conductas sociales inadecuadas.
¿Cómo ayudarles a adquirirlas?
Te propongo unas pautas para que pases una divertida tarde entrenando a tu hijo unas adecuadas habilidades sociales:
- Explica a tu hijo qué es una conducta socialmente competente: debes hacer en sus términos. Tu hijo debe saber qué es la asertividad (expresar nuestra opinión y defender nuestros derechos respetando a los demás). Para ello, puedes explicarle que hay personas como ratoncitos que no dicen nada y todos le parecen más grandes que ellos y personas que son como monstruos y asustan a los demás, por lo que nadie quiere estar con ellos. Dile después, que no queremos ser ni ratones ni monstruos, sino niños amables y simpáticos que respetan a los otros y pide que le respeten a él.
- Pregúntale en qué circunstancias le cuesta ser asertivo: además de interesarte por sus inquietudes, sus respuestas nos ayudarán a poner ejemplos acerca de “cómo actuar…”.
- Haz de modelo con sus dificultades y virtudes: partiendo de los ejemplos anteriores jugamos a “como si…”. La capacidad simbólica o de imaginación de los niños les permitirá entrar en este juego. Tú debes hacer de él o la persona que es asertiva. Pero recuerda no mostrar tu conducta asertiva sin dificultades, sino mostrando también obstáculos que debes superar. Un modelo sin complicaciones no es creíble o no nos identificamos con él. Por ejemplo, puedes decir: “tengo que decir a este niño que no me grite, aunque me da miedo cómo se lo va a tomar cuando se lo diga… aún así, debo decírselo”.
- Anímale a que él repita tu conducta socialmente exitosa: repetimos la escena anterior, pero esta vez tu hijo debe hacer del niño asertivo.
- Felicítale por su “representación” y “sugiérele” cómo puede mejorarla: simplemente el hecho de haberlo intentado debe ser seguido de una felicitación. Posteriormente, sin ser un mandato, podemos sugerirle hacerlo de otro modo (por ejemplo: habla más alto, mírale a los ojos, etcétera).
- Anímale a hacerlo en su vida real: cuando tenga situaciones difíciles intenta estar a su lado para apoyarle y recordarle que él lo sabe hacer. Eso sí, no entres en el sobreproteccionismo. A pesar de que lo pase mal, debe defenderse él solo.
- Puedes usar el entrenamiento anterior para entrenar a tu hijo a mostrar conductas habilidosas socialmente en aquellas circunstancias en donde más le cueste llevarlas a cabo. Pero recuerda la importancia que los padres tienen como modelos de un niño. La mejor manera de que tu hijo tenga unas adecuadas habilidades sociales es pudiendo imitarlas de ti.
Existen materiales didácticos de apoyo a los padres que, mediante el juego, enseñan a los niños unas adecuadas habilidades sociales. Entre ellos encontramos El juego de las Habilidades sociales o el de Animales rabiosos. Ambos los puedes encontrar en TEA Ediciones.
Fotos | Brittany Randolph; Kymberly Janisch; guilherme jofili
[…] Frases como “mami, yo no tengo mejor amigo” o “nadie elije jugar conmigo” pueden reflejar momentos pasajeros y normales a estas edades pero, sostenidas en el tiempo, es posible que estén indicando problemas en el desarrollo social. […]