No hay nada mejor que la actividad física para complementar una alimentación saludable. El deporte moderado y adaptado a las posibilidades individuales ayuda a los niños a desarrollarse de forma global, tanto física como mentalmente. Para disfrutar de los beneficios para la salud que ofrece el deporte es necesario practicarlo de forma regular, entre 30 y 60 minutos diarios.
Dentro de los ejercicios más beneficiosos y que no suponen un riesgo para los más pequeños se encuentran la natación, el ciclismo, el balonmano, el baloncesto o el patinaje. Sin embargo, no se aconsejan hasta los 9-12 años aquellos deportes que supongan un esfuerzo demasiado grande como, por ejemplo, el rugby, el wind surf, el esquí naútico o la halterofilia, entre otros.
Cómo debe comer el niño deportista
Los deportes poco intensos no suponen cambios en los hábitos dietéticos, pero según la frecuencia y el tipo de deporte precisará de una alimentación especial.
Los niños que realizan patinaje artístico o gimnástica rítmica necesitan un buen aporte energético para afrontar el trabajo físico.
Para una buena alimentación hay que valorar el ritmo de entrenamiento del pequeño, las horas que le dedica, la intensidad del ejercicio y las características de cada niño.
- Antes de la competición hay que asegurar un aporte suficiente de hidratos de carbono complejos (pasta, arroz, patata, pan, galletas…) desde 2 o 3 días antes.
- La comida hecha antes de la competición debe ser de fácil digestión, con poca grasa y sin exceso de fibra dietética (esta puede provocar flatulencias molestas).
- Hay que procurar que entre la última comida y el inicio del ejercicio pase un mínimo de 2,5 o 3 horas.
- Durante las competiciones de larga duración hay que aportar alimentos que sean fáciles de tomar como fruta fresca madura, tostadas, galletas, barritas energéticas, batidos, yogures bebibles, etcétera.
- Una vez acabado el ejercicio hay que evitar el consumo de alimentos sólidos, al menos durante una hora.
Por supuesto, es imprescindible un buen aporte hídrico, ya que con el sudor se pierden agua y sales minerales (especialmente sodio) y hay riesgo de deshidratación. La bebida más apropiada es el agua mineral (sin gas), a la que se le puede añadir pequeñas cantidades de jugos de frutas diluidos.
Como la sensación de sed se produce cuando la deshidratación ya ha comenzado hay que procurar iniciar el ejercicio con las reservas de agua completas (hay que empezar a tomar agua desde dos horas antes, en pequeñas cantidades y seguidamente). En caso de practicar ejercicios que duran más de 45 minutos hay que ir tomando agua cada 20-30 minutos (para deportes de larga duración hay que añadir al agua glucosa y sales minerales).
Una vez el niño ha acabado el ejercicio debe seguir reponiendo líquidos para compensar los perdidos con el sudor. Para comprobar si ha recibido una buena hidratación hay que observar que la orina sea clara y llevar el control del peso antes y después de la competición.
Cada cosa a su tiempo
La gran capacidad que tienen los niños para aprender desemboca muchas veces en la especialización demasiado temprana, siendo frecuente en determinados deportes como el patinaje artístico, esquí, natación, tenis, salto de trampolín… Hay estudios que reflejan algunos perjuicios que conlleva la práctica deportiva especializada precozmente en edad infantil:
- Riesgos psicológicos. Pueden aparecer consecuencias negativas relacionadas con la conducta y con el estado mental (ansiedad, estrés, frustración, irritabilidad…). Además, al tener que dedicar tanto tiempo al entrenamiento, tienen que saber compaginarlo con la actividad académica normal y saber aguantar la presión que supone.
- Riesgos físicos. La repetición exhaustiva de los gestos técnicos con la finalidad de su automatización y afinamiento supone una influencia en el cuerpo (sistema esquelético, articular, muscular, etcétera), muchas veces negativo puesto que están en plena etapa de crecimiento y desarrollo.
- Riesgos motrices. El entrenamiento especializado busca el rendimiento en un aspecto concreto de la ejecución motriz humana, ignorando, por regla general, los demás.
- Riesgos deportivos. No se puede llegar a conocer con exactitud las características del futuro deportista de élite cuando tiene pocos años de edad. Si se insiste en ello, es más que probable que se éste especializando a un niño en una práctica deportiva para la que puede no tener en un futuro especiales condiciones.
¡Por una vida más activa!
La práctica de forma regular de deporte moderado contribuye notablemente a la mejora de la salud de los más pequeños, evita ciertas patologías como la obesidad y mejora otras como la diabetes. El ejercicio físico aporta múltiples beneficios:
- Ayuda a desarrollar mejor y más rápido la capacidad de coordinación de movimientos.
- Mejora la resistencia y fuerza muscular, previniendo lesiones musculares.
- Potencia el conocimiento del propio cuerpo.
- Aumenta la flexibilidad (el niño es más ágil y tiene menos riesgo de torceduras).
- Reduce el tejido graso y aumenta el tejido muscular (previene la aparición de sobrepeso).
- Favorece la fijación de calcio en los huesos.
- Aumenta la resistencia del corazón y previene la aparición de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta.
- Le ayuda a ganar seguridad en sí mismo, ya que el hecho de ir superando retos anteriores hace que se sienta capaz de afrontar otros de mayor dificultad.
- Se siente más independiente, capaz de decidir por él mismo.
- Aumenta la autoestima.
- Favorece la autonomía.
Así que, ya sabéis, si vuestro pequeño aún no practica ningún deporte de forma ordinaria, con la llegada del buen tiempo estáis en el mejor momento del año para mostrarle las variedades deportivas que se ajusten a sus habilidades y edad.
Fotos | Dave Thomas; Tommy Wong; Jessica Lucia; Donnie Ray Jones