Uno de los mayores temores de los padres es el momento en el que llega la noche y toca el turno de ir a dormir. Los bebés no entienden por qué cuando oscurece sus papás se empeñan en meterlo en la cuna y en dejarlo solo. En esos momentos tienen dos opciones, o hay suerte y se duermen, o se empeñan en llorar para llamar la atención y que lo saquen de allí. ¿Qué hacemos entonces?, ¿vamos y lo consolamos? , ¿o lo dejamos llorar para “para que no coja malos hábitos”? Esto es un dilema para los padres, esos que se han hecho de una buena colección de libros para que les aconsejen sobre el tema, y que han acabo al final más liados que al principio, ya que es un tema en el que no todos los especialistas se ponen de acuerdo, y por tanto sus técnicas difieren de unos a otros.
Pero mientras los que se supone que entienden se ponen de acuerdo, hay algunas pautas que sí será recomendable seguir. Está demostrado que con los niños hay que intentar coger una rutina para llegar a un puerto, y eso es aplicable a todos y parece que, con paciencia, termina funcionando. Por ejemplo, cuando se vaya acercando la hora de dormir, podemos comenzar con dar un baño con agua caliente (no más de 37 grados) que relajará al bebé. A continuación, pasaremos a dar un masaje con un aceite especial para bebés mientras permanece boca abajo, poniéndonos el aceite en la mano y acariciando con movimientos circulares toda su espalda, piernas y brazos, para terminar dándole la vuelta y pasar a hacer lo mismo en su cara (en esta zona lo haremos con los pulgares). Después pasaremos a darle la cena, siempre en un ambiente tranquilo, sin ruidos, y a ser posible con una luz tenue. Y para terminar… ¡la prueba de fuego! Lo llevaremos a la cuna y ¡a dormir!… eso sí, si hay suerte.
Estos cuatro sencillos pasos (baño, masaje, cena y cuna), son básicos para acostumbrar al bebé a esa rutina de la que antes hablábamos. A esto, añadiremos que no está de más, que durante los momentos que duerma durante el día, se acostumbre a hacerlo con ruido y luz en la casa (todo lo contrario a lo que haríamos cuando llega la noche), para que así poco a poco aprenderá a distinguir el día de la noche.