Cuando el embarazo llegue a término, el feto pesará en torno a los tres kilos y medirá unos 50 centímetros con las piernas estiradas (37-38 centímetros hasta la rabadilla).
Durante los tres últimos meses se dedica a engordar y acumular las reservas que necesitará para vivir fuera del vientre materno: grasa que lo mantenga calentito, calcio para desarrollar sus huesos, proteína para la formación de los músculos, etc.
En esta última etapa no tiene mucho espacio en el útero y no está tan cómodo, pero eso no le impide dar patadas y moverse. Está a punto de salir y nosotros lo estamos esperando.
Casi todos los órganos están listos, a excepción del conducto digestivo y los pulmones. Estos no se pueden poner en marcha sin oxígeno, pero el feto ensayará sus movimientos hasta el último momento. El cerebro se desarrolla mucho: se establecen continuamente nuevas conexiones neuronales. Los sentidos externos también sufrirán el empujón definitivo en su desarrollo.
A finales del trimestre anterior o al principio de este el feto abre por fin los ojos. El útero está oscuro y no ve nada concreto, pero es capaz de distinguir contrastes. Su boca tiene más terminaciones nerviosas que sus manos, y por eso chupa todo lo que cae a su alcance.
En la semana 26ª responde al tacto (¡le molesta que le empujen o intenten cambiarlo de lugar!) y al sonido. Este último, si es fuerte, le asusta y le puede llevar a adoptar posturas defensivas, o a reaccionar abriendo los brazos y las piernas. Pero si le gusta, le relajará, o incluso se moverá a su ritmo. En esta semana su oído está terminando de formarse y ya oye la voz de papá. Capta con más facilidad las voces graves que las agudas.