Aunque la mayoría de los embarazos se desarrollan con normalidad, existen una serie de situaciones que los expertos califican como ‘de riesgo’, que pueden ocasionar complicaciones para la madre, el bebé o ambos.
Estas situaciones, que la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) enumera en un protocolo, requieren un control mucho más estricto e individualizado que las gestaciones normales.
Habitualmente, el seguimiento se realiza en las Unidades de Alto Riesgo Obstétrico, que dependen del Servicio Materno-Fetal de los hospitales (ocurre tanto en los centros públicos como en los privados). En este porcentaje se explican los factores de riesgo más habituales, pero hay muchas otras situaciones que requieren una vigilancia especial (por ejemplo, un embarazo es de riesgo cuando ha habido más de tres abortos previos). Teniendo en cuenta que los protocolos vigentes son muy estrictos, se estima que alrededor del 20% de las gestaciones deberían ser atendidas por estas unidades especiales.
El uso de medios tecnológicos cada vez más certeros y especializados, unido a que normalmete en estos casos las futuras mamás se cuidan mucho más, hacen que en la actualidad un embarazo de riesgo bien vigilado entrañe incluso menos peligro que uno considerado normal.
La maternidad tardía ha pasado de considerarse una condición especial a ser ‘la norma’: hoy en día el 30% de las embarazadas tienen más de 35 años.
La gestación en mujeres de 38-40 años, siempre que no exista algún factor añadido, no se considera de riesgo, aunque se hace un seguimiento más intenso.
Por encima de los 40 años, el embarazo es de riesgo y, como tal, se remite a las unidades especializadas. Se sabe que a partir de los 40 aumenta la frecuencia de hipertensión y de diabetes gestacional en mujeres obesas y en las que sufren alguna enfermedad.