La erupción dentaria es un proceso fisiológico largo en el tiempo e íntimamente relacionado con el crecimiento y desarrollo del resto de estructuras cráneo-faciales del ser humano.
Todo comienza con los incisivos centrales inferiores de leche, que empiezan a aparecer entre los seis y los nueve meses de vida. A partir de ahí irán brotando las demás piezas de dicha dentición, que se compone de cuatro incisivos (las denominadas palas), dos caninos (lo que popularmente se llama colmillos) y cuatro molares temporales por arcada dentaria.
Este primer proceso se completa alrededor de los tres años de edad y luego, de los tres a los seis años, existe un periodo de reposo donde el niño sólo tiene dientes de leche.
A partir de la rotura de la encía, la erupción se acelera y en tres meses el diente habrá entrado en contacto con su antagonista. Al contacto con él, la pieza dental que está saliendo interrumpe su desplazamiento vertical y entra en equilibrio de estabilidad con los dientes que le rodean.
Cuando los dientes brotan, lo suelen hacer con cierta asimetría. Es decir, ambos incisivos centrales inferiores lo hacen casi a la vez. Si esto no es así, habrá que descartar que el diente no exista (algo poco frecuente) o que no pueda erupcionar por alguna razón: por falta de espacio, por pérdida prematura del precursor, por obstáculos físicos en la vía eruptiva o debido a secuelas de traumatismos.
Los dientes suelen erupcionar sin producir grandes síntomas a nivel local, aunque no es raro observar algunas alteraciones que suelen ir desde un simple enrojecimiento e hinchazón de la encía hasta procesos inflamatorios, como hematomas en la zona de erupción del diente al enclavarse en la encía. Otro de los signos característicos de la salida de los dientes es que el niño babea más de lo habitual.
En muchas ocasiones se le nota irritable y se lleva todo lo que tiene a su alcance a la boca con desazón, y al morder encuentra cierto alivio que al poco desaparece y vuelve a necesitar morder.
En este ámbito existen ciertas creencias que no son del todo ciertas, ya que no está justificado atribuir a la erupción dentaria ninguna alteración importante del estado general de salud, como tampoco la aparición de fiebre o el cambio del ritmo intestinal; aunque sí que podría ser justificable, en ocasiones, la aparición de febrícula (temperatura unas décimas por encima de la temperatura normal) o deposiciones algo sueltas en relación con la erupción de alguna pieza dental.
Imagen: pequebebes