Que una pareja se divorcie, hoy por hoy, es algo habitual, siendo un porcentaje muy alto el de aquellas que antes o después ponen fin a la relación. Este hecho se convierte en ocasiones en un problema cuando hay hijos por medio que, como se suele decir, son los que realmente terminan sufriendo las consecuencias. Y es que, aunque las cosas se hagan de forma amigable, es inevitable que los niños sufran cambios cuando se enfrentan a esa situación, los cuales habrá que tratar dependiendo de cada caso y sobre todo de cada edad de los niños.
Por un lado, ante un divorcio, el poder monetario disminuye. Aún en el mejor de los casos, con los dos padres trabajando, el nivel de vida bajará igualmente al no contar con los dos sueldos para pagar la hipoteca, la comida, el material escolar, etcétera. Y en otros casos peores, es posible que el que se queda con la custodia de los niños (que por regla general suele ser la madre), cuente únicamente con la pensión que le pase el otro padre, o que el que tiene que pasar la pensión no pueda hacerlo por no tener trabajo o por tener un trabajo poco remunerado. Como consecuencia de esto, en ocasiones se ven obligados a mudarse y vivir con otros miembros de la familia, como los abuelos, pudiendo darse el caso también de tener que cambiar de colegio y como consecuencia también de amigos.
Obviamente, lo que más afectará a los niños, es la falta de esa figura que ha estado presente hasta ese momento, algo que provoca una perdida de contacto, así como una pérdida en la educación que el padre o madre podría ofrecer al niño, ya que aquel al que tan solo se le permite ver al niño los fines de semana, no suele plantearse modificar el comportamiento del pequeño en el poco tiempo que tiene para estar con él.
Además de todo, los niños por regla general, más tarde o más temprano, tendrán que enfrentarse a convivir con la nueva pareja de su padre o madre, algo que afectará de forma realmente importante en la relación padre e hijo.
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