Habitualmente los síntomas de la apendicitis son bastante distintos que los de un dolor de barriga “normal”. Empieza con molestias o dolor a nivel del ombligo, luego llegan los vómitos, que primero contienen alimentos ingeridos con anterioridad y después son biliosos o amarillo-verdosos; y cuando ha transcurrido más tiempo, aparece fiebre no muy alta (febrícula).
Otro dato muy característico y sugestivo de apendicitis es que ese dolor que empezó cerca del ombligo se va trasladando hacia donde está el apéndice, en la fosa iliaca derecha.
Suele acompañarse de falta de apetito y dolor al caminar o moverse. Con frecuencia el niño camina doblado, encogido y se mueve con dificultad. Cuando está tumbado, se encuentra mejor con las piernas dobladas. Además, al tocar o palpar la barriga, al pequeño le duele encima de la ingle, pudiendo estar contraída y dura la pared del abdomen en esa zona.
Es muy importante el orden por el que aparecen estos síntomas, ya que si el niño primero tiene fiebre alta, después vomita y al final le duele la barriga, no tiene una apendicitis aguda.
Ante la sospecha que nuestro hijo esté padeciendo los síntomas de una apendicitis debemos seguir estos cinco pasos:
- Evitaremos a toda costa la automedicación. Los fármacos para el dolor o la fiebre pueden enmascarar los síntomas pero no curan la enfermedad.
- No le daremos de comer o beber porque esto retrasaría el tratamiento. Además, puede acentuar más el vómito.
- No le aplicaremos calor en el abdomen, ya que podemos producirle más dolor.
- Intentaremos que el niño permanezca en reposo, andando lo menos posible.
- Y, por supuesto, acudiremos al médico porque evidentemente el mayor error es pensar que la apendicitis va a pasar sola.
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