Los cambios de estación son periodos críticos para los alérgicos por los cambios climáticos que se producen. En otoño e invierno bajan las temperaturas y aumenta la frecuencia de las lluvias, con lo que los niños pasan más tiempo dentro de casa y de la escuela, favoreciendo aquellas alergias respiratorias producidas por alérgenos del interior (especialmente por los ácaros del polvo). Además, proliferan las infecciones por virus, lo cual puede desencadenar los síntomas en alérgicos.
Es cierto que muchas personas no llegan a ser diagnosticadas de alergia o son diagnosticadas, pero tratadas a una edad muy tardía. Por ello es importante que sepamos reconocer cuáles son los síntomas que aparecen en este tipo de enfermedad, cuáles son los desencadenantes y cuál es el tratamiento, para así poder mejorar la calidad de vida de nuestros niños.
El término “alergia” hace referencia a una reacción inmunitaria anómala, en la cual el organismo reacciona contra sustancias inofensivas procedentes del exterior. Las sustancias capaces de provocar una reacción alérgica se conocen como alérgenos.
Las enfermedades alérgicas se manifiestan de distintas formas y con una gravedad variable: desde simples molestias a síntomas que llegan a interferir de manera importante en la calidad de vida de los niños.
Ante la sospecha de una alergia es necesario acudir al pediatra, quien remitirá al niño al alergólogo. El especialista confirmará el diagnóstico mediante la realización de las pruebas pertinentes (historia clínica detallada, pruebas cutáneas y análisis de sangre), explicará al niño y a sus padres cuál es el curso natural de la alergia y establecerá el plan de tratamiento.
Imagen: allergic-child
Las alergias vuelven al ataque II – Las alergias vuelven al ataque III