Bien es conocida la práctica más que generalizada de mojar el chupete en productos para que el niño se calme. Uno de esos productos es la miel que, al margen de la tan machacada consecuencia para las caries aún cuando nuestro hijo no tiene dientes, puede llegar a producir la muerte de los menores de seis meses.
Si bien la tasa de mortalidad es baja, en torno al 1,3%, la crudeza con que actúa la enfermedad que puede producir la miel en menores de un año, hace más que aconsejable pararse a pensar si vale la pena arriesgar la vida de tu bebé por un poquito de “negra dulzura”.
La cuestión es que en la miel, incluida la que se comercializa, pueden hallarse esporas de la Clostridium botulinum, una bacteria que produce esporas y que podrían entrar en el organismo del bebé causando su muerte en apenas 30 días.
La enfermedad es rara, pero existe. De hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria -en inglés EFSA- ha realizado algunos informes en los que pone de manifiesto cuanto estamos tratando y aún más. Puesto que se ven imposibilitados para garantizar la ausencia de esporas en la miel, la EFSA aconseja la previsión como mejor arma contra el botulismo infantil producido por agentes microbiológicos en esta deleitosa sustancia.
Dicho esto lo que el organismo europeo aconseja es no administrar miel a niños menores de 12 meses. Antes de esta edad, y con mayor riesgo si es antes de los seis meses, en un sistema digestivo aún inmaduro, las esporas pueden conseguir la germinación. Eso significaría que la bacteria empezaría a multiplicarse hasta acabar haciéndose con el intestino del bebé, una vez producida la neurotoxina del botulismo.
En los bebés los síntomas pueden ser estreñimiento, debilidad y pérdida del tono muscular, falta de apetito, llanto débil y dificultad respiratoria.