Como te relatábamos en la primera parte de este post, viajar con niños no tiene por qué resultar una experiencia desagradable y la planificación previa suele ser el mejor arma para que todo vaya bien durante las vacaciones. Dentro de estas labores de preparación entra, por supuesto, cualquier tipo de cuestión médica que pueda afectarnos mientras estemos fuera de casa.
Con respecto a este tema resultará muy práctico que conozcas -y seguro que ya te las sabes de memoria- las dosis adecuada para las edades y pesos de tus hijos de aquellos medicamentos más prácticos y habituales: paracetamol, antipiréticos, antihistamínicos…
Por otro lado, si eres mamá o papá de un niño con algún tipo de dolencia crónica nunca está de más recordarte que debes llevar siempre contigo un duplicado de su informe médico y de la lista de medicamentos que toma. Igualmente, procura llevar en el equipaje de mano algunas dosis de su tratamiento habitual… por si las moscas.
Si vas a volar en avión hemos de valorar la cuestión de los oídos de los pequeños. Ellos son más susceptibles de padecer las consecuencias de los cambios de presión, si bien las molestias -que pueden ser mayores si el niño está resfriado– desaparecerán en unos minutos.
Les puede ayudar masticar chicle o chupar un caramelo, para destaponar los oídos. A los más pequeños les sirve la succión (tragar, en realidad), un chupete, el biberón, el pecho… De la misma manera, si les das de beber conseguirás el mismo efecto.
Ahora bien, si el pequeño suele sufrir padecimientos más serios en sus oídos o tiene alguna dolencia en el momento del viaje, el médico podría desaconsejar volar; así que consulta al pediatra antes de tomar el avión.