Los ganglios son unas estructuras de forma oval que forman parte del sistema linfático y en cuyo interior se encuentran células que pertenecen al arsenal defensivo del organismo o sistema inmune. Por los ganglios lifáticos pasa la linfa (líquido que contiene glóbulos blancos) y, con ella, fracciones de ciertos microorganismos que puedan existir en el organismo.
Así, los ganglios son la primera barrera defensiva que pone freno a la disminación de una infección, una vez que esta ha sobrepasado la piel y las mucosas. Gracias a la presencia de linfocitos y monocitos en su interior, participan en la destrucción de los agentes infectantes y en la elaboración de anticuerpos dirigidos específicamente contra los microroganismos invasores. Es durante estos episodios cuando los ganglios aumentan de tamaño y se transforman en adenopatías o ganglios patológicos.
3 claves a tener en cuenta:
1. Las adenopatías causadas por una infección vírica de vías respiratorias altas suelen durar más que la enfermedad causante. Así, el ganglio, en muchas ocasiones, no desaparece y permanece palpable, aunque la enfermedad se haya curado. El ganglio vuelve a inflamarse cuando hay una nueva infección respiratoria, por lo que se puede llegar a tener la falsa impresión de que la adenopatía es crónica.
2. Cuando la causa es una infección bacteriana por estafilococos, ésta suele dar lugar a adenopatías con características muy inflamatorias (enrojecimiento, calor, dolor). En este caso, se debe buscar siempre el origen local que ha generado el ganglio reactivo (infecciones de garganta, boca, dientes…).
3. En las adenopatías axilares e inguinales, la causa más habitual es una infecció en la extremidad superior o inferior. Menos frecuentemente, las adenopatías axilares se pueden asociar a enfermedades de la pared torácica o mamaria y, las inguinales, a afecciones genitales o del abdomen inferior.
Imagen: pequebebes