La lengua es un órgano muscular que posee gran movilidad para poder realizar sus múltiples funciones: la digestiva (succión-deglución), el desarrollo de la cavidad oral y de la dentición, la fonación y la respiración. Dentro de ella se encuentra el frenillo lingual, una banda fibrosa o fibromuscular que la une con el suelo de la boca. Si éste es corto o hipertrófico (aumentado de tamaño), o está insertado cerca del tercio anterior de la lengua puede producir una limitación en esa movilidad lingual, lo que se denomina anquiloglosia.
Sin embargo, esto no siempre es así y no se tienen por qué producir problemas funcionales por tener un frenillo corto, ya que en muchos casos se establecen mecanismos de adaptación al problema. Por ello, son pocas las ocasiones en las que se producen problemas serios para la alimentación, la fonación o la dentición.
En lo que se refiere a la fonación, pueden surgir dificultades al inicio del desarrollo del habla. El frenillo corto puede limitar la elevación de la lengua, de manera que ésta no llega a contactar con el paladar ni con los incisivos superiores, y ello provoca dislalias (alteraciones) en la pronunciación de algunas consonantes, sobre todo de la “r”, la “rr”, la “l”, la “t”, la “d”, la “n”, la “s” y la “z”.
En cuanto al desarrollo de la cavidad oral y la dentición, la permanencia en una posición baja de la lengua, con escasa movilidad, altera el crecimiento de la arcada dentaria y puede causar maloclusión (mal encajamiento entre los dientes superiores e inferiores).
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