Llega el verano y los chiquillos pasarán muchísimo tiempo en casa y realizando actividades de bastante calado físico. Nuestros hijos, como siempre, deben tener cubiertas todas sus necesidades nutricionales. No obstante no podemos perder de vista el hecho de que la época estival trae consigo unas características climatológicas que obligan a adecuar la alimentación de los niños.
No nos cansamos de recalcar que los pequeños sienten y padecen de la misma manera que los adultos. Las condiciones externas inciden en su salud y su bienestar de la misma manera que lo hace en el organismo de los mayores.
Aclarada esta premisa nos queda una pregunta. ¿A quién le apetece una comida pesada con 40º a la sombra? Si la respuesta es “a mí”, te avisamos de que tienes un serio problema. Pero si has respondido negativamente te diremos que es lo mismo que intentan decir los niños.
El verano obliga a que vigilemos más la dieta, ya que nuestros hijos necesitarán los mismos aportes que el resto del año, si bien deberemos adaptar sus comidas haciéndolas más ligeras y refrescantes.
Por supuesto que las frutas y verduras toman aquí una dimensión espectacular y se convertirán en la base de la alimentación de los niños durante este período. De este modo las sopas frías, las cremas de verduras y los gazpachos pueden resultar de lo más refrescante.
Así mismo no olvidemos el inmenso potencial que tenemos con las ensaladas, sin que olvidemos para ellas ingredientes como el arroz, la pasta o las frutas.
Los zumos, los batidos y la leche también se convertirán en protagonistas de la dieta de los pequeños. En este punto hemos de hacer hincapié en la necesidad de reponer el agua que pierden sudando. Así que animemos a nuestros hijos a beber líquidos fresquitos y sabrosos, elaborados de forma natural.
Las carnes y el pescado resultan mucho más recomendables en estas fechas si las cocinamos a la plancha y evitamos los fritos, mucho más indigestos, pesados y con mayor índice de grasa. Porque ese es otro punto a tener en cuenta. Durante el verano debemos disminuir al mínimo la cantidad de grasa a ingerir, reduciéndola casi exclusivamente a las de origen vegetal para el condimento de los alimentos.