Es muy fácil que con la llegada del bebé, los padres terminen sufriendo estrés. Los cambios, el tener que ajustarse a otros horarios, no descansar bien por las noches, escuchar continuamente el llanto del hijo, unido a otros muchos factores hacen que el padre, la madre, o ambos, terminen por llegar a ese estado poco aconsejable para todos.
Hay que tener en cuenta, que cuando los padres llegan a ese punto, es fácil que los hijos terminen por acabar igual, puesto que ellos son hipersensibles al estado de ánimo de sus padres y pueden “contagiarse”. Por ello, ante el primer aviso se deben poner medidas, e intentar siempre mantener un entorno relajado y tranquilo, para que tanto el bebé como los padres puedan vivir con armonía.
Que un bebé acabe sufriendo estrés, dependerá de cada situación. Como decíamos una de las causas puede ser que los propios padres estén estresados, pero también hay otras causas como el exceso de estimulación, el hecho de no ser atendidos en su justo momento, el no tener marcadas unas rutinas básicas, o incluso el propio cansancio prolongado, pueden ser algunos de esos motivos que deriven en problemas de ansiedad.
Para saber si un bebé sufre estrés, se pueden vigilar los síntomas más habituales, que por regla general son:
– Irritabilidad.
– Llantos constantes.
– Exceso o déficit de apetito.
– Se asustan y sobresaltan fácilmente.
– Hipersensibilidad a los cambios.
Ante esta complicada situación, los padres deberán mantenerse serenos en todo momento, ya que lo contrario, como ya decíamos, solo empeoraría las cosas. Conseguido esto, se procurará atender al niño en cuanto éste lo demande, e intentar solventar su incomodidad, comprobando si tiene hambre, si el pañal está sucio, si tiene frío o calor… es decir, las cosas más básicas por las que suelen llorar los bebés. Comprobado todo esto, se aconseja dedicar un tiempo a ofrecer esa medicina que puede erradicar el problema de raíz, es decir… a darle cariño.
[…] La diferencia es riqueza y además, es inevitable incluso en la familia. Existen hermanos que son totalmente opuestos y no tienen nada en común. Empieza a decirte la frase “No pasa nada”, con regularidad. No pasa nada porque la casa no esté perfectamente ordenada, tampoco pasa nada porque el niño se enfade y llore o porque un día, estés agotada y no tengas ganas de estar con tu niño. Eres humana y de carne y hueso. Además, no sólo las madres sino que los bebés también pueden sufrir estrés. […]