Es una lesión leve, pero dolorosa, por ello, los niños adoptan una postura que no les provoque dolor y cualquier intento de movilización desencadena rápidamente el llanto. Si se le toca el brazo, el pequeño se queja y llora, pero le resulta difícil concretar donde se localiza el dolor.
El pediatra investigará la historia clínica del niño para buscar si hay algún antecedente de tracción longitudinal de la extremidad. En ausencia de estos antecedentes se buscarán cuidadosamente signos de fracturas de antebrazo, cuello de radio, supracondílea de húmero y clavícula y se descartará que exista una fractura de clavícula.
No es necesario realizar radiografías de forma rutinaria para diagnosticar este problema, ya que las superficies articulares no pierden el contacto, excepto una leve separación, por la interposición del ligamento anular. Sin embargo, si el mecanismo de producción es poco claro o existe un antecedente de traumatismo previo, pueden solicitarse para descartar otras patologías.
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