La anemia es algo relativamente frecuente en las embarazadas, debido tanto a un mal estado nutricional previo de la mujer, como al aumento del volumen sanguíneo que se produce en la gestación (lo que reduce la cantidad de glóbulos rojos, los encargados de transportar oxígeno).
Posibles problemas de estar embarazada y con anemia. La falta de aporte de oxígeno a los tejidos del bebé puede retrasar su crecimiento y provocar un parto prematuro. También aumenta el riesgo de que la madre padezca infecciones urinarias. Es importante detectarlas a tiempo y tratar estas infecciones cuanto antes para prevenir la aparición de un cuadro más grave que puede producir complicaciones más serias.
¿Cómo se controla? Es importante que la embarazada lleve una dieta equilibrada y tome un suplemento vitamínico (lo receta el médico). También hay que aumentar la ingesta de alimentos que contengan hierro y consumirlos a ser posible junto a otros ricos en vitamina C para favorecer su absorción.
¿Qué pruebas se precisan? No es necesario realizar ninguna prueba específica. La falta de hierro se detecta en los análisis de sangre rutinarios que se hacen en el embarazo. Si los niveles de glóbulos rojos están bajos, la analítica será más frecuente.
¿Cómo afecta al parto? Si la anemia persiste en el momento de dar a luz, puede ser necesario realizar una transfusión sanguínea debido a la pérdida de sangre que siempre conlleva el parto.
A lo largo de la semana os hablaremos de los embarazos con hipertensión, diabetes, hemorragias, amenaza de parto prematuro, alteración del líquido amniótico, crecimiento intrauterino retardado (CIR), etc.