Siguiendo con lo que os contábamos ayer, poco a poco, el bebé comienza a responder al movimiento y a centrar su atención en las caras. A lo largo de esas primeras semanas de vida, los lactantes recuperan la fijación mediante movimientos oculares rápidos o espasmódicos, pero no es hasta los dos o tres meses cuando la mayoría muestra una fijación central y realiza un seguimiento suave con la mirada. A esta etapa se la conoce como periodo crítico del desarrollo visual.
Entre uno y dos meses, el bebé ya se queda encandilado con los rostros de sus padres, sigue con la vista una mano si entra en su campo de visión y dirige la cabeza hacia las fuentes de luz. Pronto sonreirá cuando te acerques, una señal de que te ve y te reconoce. Hacia las diez o doce semanas, el bebé comenzará a memorizar las caras y a seguir con la vista el desplazamiento de los objetos, como los juguetes y los móviles con patrones geométricos y llamtivos. Además, su visión de cerca y de lejos se volverá más precisa.
A medida que comienza a desarrollarse la visión del color, tu bebé distinguirá primero el rojo y, más tarde, el verde, el blanco, el negro y el gris. En cuanto a la coordinación ocular, durante los primeros meses de vida, puede parecer que los ojos se derivan o se cruzan, lo que no deja de ser normal. Sin embargo, si un ojo se tuerce hacie dentro o hacia fuera constantemente, será necesaria una evaluación.
Entre los tres y los cuatro meses, el pequeño ya cuenta con visión binocular, distingue más colores, enfoca sin problema objetos a 40 centímetros de distancia e, incluso, mira su mano y juega con ella.
La percepción de la profundidad, que permite calcular las distancias, y la coordinación ojo-mano empiezan a desarrollarse cuando cumple cuatro meses. Hacia el final de este periodo, tu bebé comienza a estirar el brazo y tocar los objetos, algo que previamente solo pasaba por casualidad.
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Fuente: informacionopticas