Los niños en mayor o menos medida, en algún momento de su infancia muestran signos de celos, algo normal ya que les cuesta llegar a entender que se pueda querer de igual manera a dos personas al mismo tiempo. Este factor aparece sobre todo cuando llega la figura de un nuevo hermano, y es en ese momento cuando empieza a manifestarse con una serie de acciones que en la mayoría suelen coincidir, como pueden ser:
– Llantos y protestas por los mínimos detalles.
– Hacerse pipí en la cama, cuando ya era algo que tenía superado.
– Falta de apetito y como consecuencia de ello, un bajón en su peso.
– Ponerse a hablar con un niño más pequeño.
– Pedir que se le de un biberón en brazos.
– Exigen más atención que antes de que naciera su hermano.
– Llegar incluso a hacer daño al más pequeño.
Tratar esta situación es importante, y se podría empezar por dedicar un tiempo determinado solo a él, para que termine por entender que se le sigue queriendo igualmente, este acto será mucho más productivo que si se le intenta convencer de eso mismo con largas charlas que al final no le terminarán por convencer. También y siempre que sea posible, no estará de más darle algún capricho (no necesariamente material) siempre que éste entre dentro de lo razonable.
Es lógico que cuando llega al mundo un nuevo hijo, los familiares, amigos, e incluso los mismos padres tiendan a comprar cosas para el recién nacido. Este hecho provocará celos casi seguros, es por ello que se recomienda no entusiasmarse delante de él con los presentes, y que a ser posible, aunque sea alguna cosa pequeña, también se le compre algo al otro niño.
Como en todo problema, el momento de los celos, es algo que hay que tomarse con calma y paciencia, resultando muy importante la comunicación, hablarles y contarles todas las ventajas que tiene el ser el mayor, podrían resultar de ayuda para que el niño termine por aceptar a su hermano y vaya poco a poco apartando esos terribles celos.