Resulta de vital importancia que los chicos adopten la costumbre de cepillar sus dientes, después de cada comida y que integren esa norma dentro de los hábitos de higiene diaria. No obstante, existe un lapso de edad en que a los pequeños parece que les cuesta realizar esta tarea.
No sólo les ocurre con la limpieza de la boca. En general suelen mostrarse reticentes a meterse en la ducha y al aseo personal y no resulta extraño oírles decir que ya se bañaron ayer, como excusa para no tener que hacerlo de nuevo. No es raro.
Los chavalines disfrutan con las tareas de aseo personal, de hecho cuando están en la bañera rara vez quieren salir o podrían quedarse horas lavándose las manos y jugando con el agua. Sin embargo, la pereza de ir solos, interrumpir el entretenimiento en el que estaban o asimilarlo a la hora de ir a dormir contribuye a que ellos desarrollen un pequeño rechazo a la actividad.
Igual ocurre con los dientes y ¿qué podemos hacer? Ayudarles, motivarles hasta que la costumbre se haya instalado en ellos.
Una buena manera de conseguir que la higiene dental sea más divertida, consiste en cepillarnos juntos los dientes. Para el niño no será una “pesada carga” y verá prolongado su momento de juego si les acompañamos y le demostramos que cepillarnos los dientes a la vez resulta muy divertido.
Cantar mientras lo hacemos, hacer caras frente al espejo, enjuagarnos haciendo sonoras gárgaras y, en general, todo aquello que pueda sacarnos una sonrisa será positivo para que el pequeño acabe asimilando la tarea como algo simple, fácil y necesario.
La costumbre debe adquirirse lo antes posible y así el pequeño crecerá con ella y la realizará durante toda su vida.