Quizá el suero fisiológico sea el producto que los pediatras más recetan a los niños pequeños y, en realidad, no es más que agua. En realidad deberíamos decir nada más y nada menos, porque en realidad esa agua lleva una cantidad específica de sal añadida, para conseguir establecer una proporción “fisiológica” similar a la que impregna nuestras células.
Cualquier mamá sabe lo útil que nos resulta el suero fisiológico incluso para la higiene de nuestro bebé, ya que con él podemos limpiar los ojitos de nuestros hijos, las heridas y, por supuesto, los mocos. En esta última tarea quizá sea en la que más “toneladas” de esta composición salina empleemos, sobre todo mientras nuestros chiquitines aún no saben sonar la nariz.
Con el suero fisiológico conseguimos disolver la mucosidad de nuestro pequeño y así acabará siendo arrastrada. Además, podemos estar tranquilas, porque aunque se lo trague el bebé no correrá riesgo alguno.
Existen muchísimas presentaciones comerciales de esta proporción fisiológica, desde ampollas de un solo uso hasta botellas de un litro. De todos modos, quizá para los niños más pequeños, el envasado en aerosol sea el más conveniente y cómodo.
De todos modos y al margen de todas las modalidades que puedes encontrar en la farmacia, no está de más que sepamos preparar suero fisiológico casero, bien para una urgencia o simplemente porque nos parezca mejor elaborarlos nosotras mismas.
Los ingredientes ya los hemos dicho al principio del post, simplemente agua y sal. Ahora bien, el agua puede ser mineral de mineralización débil o del grifo y, en este último caso, deberás hervirla durante dos minutos y dejarla enfriar.
Usaremos media cucharadita de café de sal fina por cada 1/4 de litro de agua y agitaremos la mezcla. El líquido podrá ser usado durante dos días, a partir de entonces tendremos que prepararlo de nuevo. Por cierto, es mejor mantenerlo a temperatura ambiente, para que no cause impresión al pequeño cuando lo usemos.