El líquido amniótico es el fluido acuoso producido por las células amnióticas, principalmente a partir de la sangre materna y que desempeña un papel fundamental para el desarrollo del embarazo y el progreso fetal. Durante toda la gestación rodeará al feto dentro de la membrana amniótica, actuando como un colchón que le protege de golpes y movimientos bruscos que, de otra manera podrían acabar en importantes lesiones.
Pero, además, cumple otras muchísimas funciones, todas ellas primordiales para una gestación adecuada y un parto feliz. De hecho, el líquido amniótico se encargará de defender al feto de posibles infecciones; favorece el crecimiento simétrico embrionario y fetal, así como la maduración de los órganos internos; regula la temperatura del futuro bebé…
El volumen de líquido amniótico va creciendo con el transcurso de las semanas de embarazo, pero al final la cavidad amniótica llegará a contener entre 600 y 2.000 ml de fluido. Cantidades por debajo del mínimo indicado se conoce con el nombre de oligohidramnios.
La insuficiencia de líquido amniótico no produce singularidades en el parto, excepto si resultase muy acusada, en cuyo caso podría producirse un retraso en la dilatación y acabar con un “parto seco”. Las causas del oligohidramnios pueden ser debidas que el feto no elimina suficiente cantidad de orina o bien a una insuficiencia placentaria.
Si el volumen de líquido amniótico disminuye drásticamente durante las primeras semanas de embarazo, podría acarrear malformaciones congénitas en el feto. No obstante, si el oligohidramnios se produce cerca de la fecha del parto no suele requerir tratamiento y los bebés suelen nacer sanos.
Más del 50% de los casos se resuelven de manera espontánea, sin necesidad de tratamientos. De todos modos es normal que la mamá deba someterse a control semanal por ultrasonido, para ir controlando la proporción en la que disminuye el líquido amniótico.