10. ¿Antojos? ¿Por qué no? Engordar unos 10 kilos es inevitable, pero ninguna mujer quiere ganar demasiado peso. ¿Qué se puede hacer cuando a una le entran ganas de comer dulces? Pues ¡comerlos! No pasa nada si, de vez en cuando, se toman unas onzas de chocolate. Pero hay otros dulces que tienen menos calorías, como los helados elaborados con leche (que, además, contienen calcio) o los mangos y las piñas, que también son dulces y tienen enzimas que ayudan a hacer la digestión.
11. Cervicales relajadas. Sentada en el borde de una silla, con la espalda recta y el cuello estirado, se baja la barbilla hacia el pecho al tiempo que se elevan los hombros al máximo.
A continuación, se bajan los hombros haciendo movimientos giratorios y echándolos hacia atrás. Hay que intentar acercar los omóplatos lo más posible, como si fueran a tocar. Conviene repetir el ejercicio unas diez veces como mínimo. Con ellos las cervicales quedarán como nuevas.
12. Ayudas contra el estreñimiento. Por desgracia, el efecto relajante de las hormonas del embarazo afecta también al sistema digestivo. Además, los preparados de hierro y magnesio que casi todas las futuras madres suelen tomar aumentan el extreñimiento.
El salvado es un remedio natural muy eficaz, y también el ejercicio físico constante: dar paseos, hacer gimnasia y deporte de forma moderada… Cuando nos movemos, respiramos mejor y la respiración profunda actúa como una especie de masaje sobre el intestino. Es justo lo que necesita para funcionar mejor. Pero incluso estando sentadas podemos tratar de respirar hondo, esto es, sintiendo que el aire llega hasta la tripa.
13. Sin miedo a las contracciones. ¿Qué se puede hacer si, a pesar de los cursos de preparación al parto, las interminables lecturas y las charlas con el ginecólogo, el miedo al parto sigue ahí o incluso crece? Emprender la lucha (mentalmente, claro). Casi todas las mujeres tienen algún truco.