21. Procurarse tiempo libre. Reservemos en la agenda un rato cada día para realizar una actividad agradable: tomar un café con una amiga, ir al cine, leer a nuestros autores favoritos, salir de compras o disfrutar de un relajado paseo por el parque. Este tiempo será algo así como la guinda de la jornada. Si lo planificamos de antemano, lo esperaremos cada día con más ilusión.
Para alcanzar cierto bienestar es imprescindible que, a lo largo del día, haya un equilibrio entre las fases de actividad y las de descanso.
22. Comunicarse con el bebé tiene efectos beneficiosos. Tocarse la tripa, acariciarla pensando en el feto y hablar con él tiene efectos positivos tanto para la madre como para su futuro hijo. Frases del tipo ‘¡Entro los dos lo lograremos!’ producen confianza y sosiego. Las mujeres que han tratado de comunicarse con sus hijos mientras estaban en el útero confiesan que han tenido más consciencia de sus necesidades y de las del feto. Por cierto: está demostrado que a los futuros bebés les encanta que la madre se siente en una mecedora y se mueva rítimicamente.
23. No cambiar el cabello. Antes de tomar una decisión drástica (hacerse un corte masculino, por ejemplo) conviene meditarlo un poco.
En los nueve meses que siguen nuestra imagen experimentará muchos cambios, de modo que sumar otro más -y radical, por añadidura- quizás sea demasiado.
Durante el embarazo la cara tiende a volverse más redondeada y llenita, y el pelo corto hace que la cabeza parezca más pequeña y, como consecuencia, que la tripa resalte mucho más.
24. Relajar los músculos de la cara. Los músculos faciales trabajan sin parar y necesitan un descanso: hay que relajarnos al menos una vez al día. Si nos ponemos delante de un espejo, será más sencillo. Un truco es hacer muecas: fruncir el ceño, torcer la boca, abrir mucho los ojos, reír… Al gesticular se contraen los músculos, por lo que entre mueca y mueca conviene dejar una pausa y relajarlos.
25. Deshacerse del estrés. Nos tumbamos en el suelo boca arriba (siempre que resulte cómodo) frente a una pared vacía. Nos vamos acercando a la pared y subimos las piernas estiradas hasta que formen un ángulo recto con el muro. Abrimos las piernas hacia los lados todo lo que podamos, pero sin forzar. Colocamos las manos en los costados, donde notaremos algún que otro tirón. Hay que respirar lenta y conscientemente y concentrarse en los movimientos que estamos haciendo.