Durante el embarazo hay que tener mucho cuidado con ingerir cualquier tipo de medicamento, ya que la placenta los absorbe de forma muy rápida y por tanto terminan llegando al feto. Por ello siempre habrá que consultar al médico antes de ingerir cualquier fármaco, incluso aquellos que habitualmente tenemos por casa, como ocurre en el caso de la popular Aspirina. De manera que lo mejor para aliviar cualquier malestar, será recurrir a los métodos caseros, y sólo si éstos no funcionan se tomarán medicamentos (que como decíamos SIEMPRE deberán haber sido aconsejados por el médico).
Si nos centramos en la Aspirina, hay que señalar que si la mujer ha tomado alguna antes de saber que estaba embarazada durante el primer trimestre, esto no supondrá ningún peligro para el feto. Durante el segundo trimestre, sí se deberá controlar su consumo, tomándola solamente cuando sea totalmente necesario y en las cantidades que se hayan recomendado. Es posible que en casos específicos (como en riesgos de partos prematuros, si se piensa que hay posibilidad de preeclampsia, o si el feto crece más despacio de lo normal), el médico opte por aconsejar que la gestante tome pequeñas dosis de Aspirina.
Es en el tercer trimestre cuando se debe tener mucho cuidado con el consumo de este fármaco, ya que una de las consecuencias que podría acarrear sería que el feto no crecería a su ritmo, e incluso otros problemas mayores. Además de todo esto, al ser un anticoagulante, es muy posible que si la mujer toma Aspirinas durante los días previos al parto, se terminen produciendo hemorragias en la mujer, e incluso pérdidas de sangre en el recién nacido.
Por tanto en la última etapa del embarazo está totalmente desaconsejada a ingesta de este medicamento, aunque siempre habrá excepciones y es posible que el médico lo recomiende si lo considera oportuno.