El consejo equivocado que nos dicen siempre con respecto a la fiebre es que hay que bajarla rápidamente. Si el niño tiene fiebre, hay que darle antibióticos. Y, el más salvaje, la fiebre puede producir daños cerebrales.
La verdad sobre la fiebre es que la mayoría de los microorganismos que atacan al hombre se reproducen a la temperatura de nuestro cuerpo, entre 36 y 37,5 grados centígrados. Por encima de esta temperatura no viven, o al menos pierden su capacidad de reproducción. Ante un microorganismo dañino, el cuerpo eleva su temperatura para evitar su reproducción.
Por eso, en principio, no es conveniente bajarla: no es solo un síntoma de aviso sino además un potente mecanismo de defensa ante la invasión de virus. Hay estudios que demuestran que la mayoría de las enfermedades, especialmente las víricas, se curan en menos tiempo y tienen menos complicaciones con fiebre que sin ella.
Entonces, ¿cuándo tratar la fiebre? En principio no hay que tratarla porque es un proceso benigno, lo que se debe combatir es la enfermedad que la está generando. Normalmente es vírica, por lo que no requiere de tratamiento alguno, sino descanso e hidratación, principalmente. Si la enfermedad es bacteriana, entonces sí precisará tratamientos con antibióticos.
Puntualmente podemos utilizar antitérmicos para la fiebre no tanto en función de los grados que alcance como el estado general del niño: si tiene 39º de fiebre pero está tranquilamente jugando con sus juguetes, no será necesario tratarla.
Si está muy decaído y da señales de encontrarse muy mal, entonces sí podemos dar al niño un antitérmico. Antes de acudir a este medicamento, procuraremos bajarla con métodos físicos, quitándole alguna prenda o bañándolo en agua uno o dos grados por debajo de su temperatura.